¡Bang! Y el chasquido resonó en el vacío. Con suma velocidad el fluido fue esparciéndose en todas direcciones. La velocidad de la ola expansiva arrojó partículas de la materia mucho más rápido que el conjunto en sí, el cual fue despedido de su origen más lentamente.
Pronto quedó todo esparcido y sin aparente movimiento. Aquellas partículas que fueron arrojadas primero y a la lejanía ya presentaban características distintas a las del conjunto más compacto.
La vida se fue presentando en ellas con relativa velocidad. Más y más criaturas surgiendo de la nada para consumir aquellos recursos que llegaron de repente.
Aquella materia inerte en el principio de pronto estaba llena de vida próspera. ¿Cuánto tiempo podría mantenerse así? Aquellos seres consumidores de los recursos gratuitos eran insaciables. En cuestión de algunos ciclos la escasez y su temible sombra comenzaron a acechar aquel pequeño mundo. Ninguno de aquellos seres se dio cuenta de ello.
Sin embargo alguien lo notó. Como era de esperarse no le hicieron el menor de los casos. Y tuvieron que pasar más ciclos de saqueo para que, aquella que fue sólo una voz, se multiplicara. La sociedad se dividió pero nunca dejó de consumir. Alguien planteó la necesidad de mudarse, de buscar más de aquellos recursos, pero su pobre conocimiento de lo que no podían alcanzar a entender los ataba.
Quisieron entonces ver más allá de sus propias narices y buscar en la lejanía para comprender su propia existencia. Ahí fue donde lo aterrador surgió.
Fueron capaces de ver aquella cosa. Colosal es un término minúsculo para lo que pudieron observar. Aquello se acercaba a una velocidad pasmosa y en la dirección exacta donde se encontraban su hogar.
Fueron capaces de ver más allá y se dieron cuenta de que sí habían otros lugares con recursos, pero cuando planeaban peregrinar hacia allá. La “destrucción total”, así le llamaron al fenómeno observado, arrasó con todo y con sus esperanzas.
Sabiéndose cerca del fin se dedicaron a vivir y a consumir hasta lo último de los escasos recursos obtenidos por una gracia divina.
Llegó el momento. La “destrucción total” llegó rápido. Asesinó prácticamente a todos arrastrándolos en una oleada gigantesca llevándose los pocos recursos que quedaban. Fueron sacudidos y vapuleados de manera inmisericorde.
Se veían unos a otros pereciendo. Muchos fueron desmembrados, otros ahogados y aplastados.
La muerte llegó para llevárselos a todos sin distinción de género ni de edad.
Los más pequeños morían junto a los más ancianos. Todos morían pero lo hacían juntos.
Pronto no quedó nada de ellos ni siquiera sus restos mortales. Todo fue desintregado implacable y efectivamente.
Pocos sobrevivieron a los embates de aquella fuerza imparable y misteriosa que los más obstinados llamaban su “Dios” y que otros llamaban “fuerza de la naturaleza”.
Lo que sí aceptaban todos era que era algo más allá de su entendimiento.
Luego de aquella tragedia muy pocos pudieron sobrevivir. “Reconstrucción”, era la palabra, era la idea sembrada en lo más profundo de su genética con el fin mismo de la supervivencia. Tal vez lo lograrían un día.
.............
-¡Hijo, limpia bien ese desorden! ¡Ni siquiera eres capaz de limpiar la soda que tiraste el otro día! ¡Mira, ya se llenó de hormigas! ¡Ahora tendrás que fregar también el piso! ¡No quiero ver a ni uno solo de esos bichos por la casa o estarás castigado todo un mes por holgazán!
- ¡Ya, mamá, ya lo estoy trapeando, no es necesario que me grites..!
Pronto quedó todo esparcido y sin aparente movimiento. Aquellas partículas que fueron arrojadas primero y a la lejanía ya presentaban características distintas a las del conjunto más compacto.
La vida se fue presentando en ellas con relativa velocidad. Más y más criaturas surgiendo de la nada para consumir aquellos recursos que llegaron de repente.
Aquella materia inerte en el principio de pronto estaba llena de vida próspera. ¿Cuánto tiempo podría mantenerse así? Aquellos seres consumidores de los recursos gratuitos eran insaciables. En cuestión de algunos ciclos la escasez y su temible sombra comenzaron a acechar aquel pequeño mundo. Ninguno de aquellos seres se dio cuenta de ello.
Sin embargo alguien lo notó. Como era de esperarse no le hicieron el menor de los casos. Y tuvieron que pasar más ciclos de saqueo para que, aquella que fue sólo una voz, se multiplicara. La sociedad se dividió pero nunca dejó de consumir. Alguien planteó la necesidad de mudarse, de buscar más de aquellos recursos, pero su pobre conocimiento de lo que no podían alcanzar a entender los ataba.
Quisieron entonces ver más allá de sus propias narices y buscar en la lejanía para comprender su propia existencia. Ahí fue donde lo aterrador surgió.
Fueron capaces de ver aquella cosa. Colosal es un término minúsculo para lo que pudieron observar. Aquello se acercaba a una velocidad pasmosa y en la dirección exacta donde se encontraban su hogar.
Fueron capaces de ver más allá y se dieron cuenta de que sí habían otros lugares con recursos, pero cuando planeaban peregrinar hacia allá. La “destrucción total”, así le llamaron al fenómeno observado, arrasó con todo y con sus esperanzas.
Sabiéndose cerca del fin se dedicaron a vivir y a consumir hasta lo último de los escasos recursos obtenidos por una gracia divina.
Llegó el momento. La “destrucción total” llegó rápido. Asesinó prácticamente a todos arrastrándolos en una oleada gigantesca llevándose los pocos recursos que quedaban. Fueron sacudidos y vapuleados de manera inmisericorde.
Se veían unos a otros pereciendo. Muchos fueron desmembrados, otros ahogados y aplastados.
La muerte llegó para llevárselos a todos sin distinción de género ni de edad.
Los más pequeños morían junto a los más ancianos. Todos morían pero lo hacían juntos.
Pronto no quedó nada de ellos ni siquiera sus restos mortales. Todo fue desintregado implacable y efectivamente.
Pocos sobrevivieron a los embates de aquella fuerza imparable y misteriosa que los más obstinados llamaban su “Dios” y que otros llamaban “fuerza de la naturaleza”.
Lo que sí aceptaban todos era que era algo más allá de su entendimiento.
Luego de aquella tragedia muy pocos pudieron sobrevivir. “Reconstrucción”, era la palabra, era la idea sembrada en lo más profundo de su genética con el fin mismo de la supervivencia. Tal vez lo lograrían un día.
.............
-¡Hijo, limpia bien ese desorden! ¡Ni siquiera eres capaz de limpiar la soda que tiraste el otro día! ¡Mira, ya se llenó de hormigas! ¡Ahora tendrás que fregar también el piso! ¡No quiero ver a ni uno solo de esos bichos por la casa o estarás castigado todo un mes por holgazán!
- ¡Ya, mamá, ya lo estoy trapeando, no es necesario que me grites..!