Resulta sorprendente como Dorángel Vargas se mantuvo tranquilo el día en que fue capturado nuevamente. Tras varias denuncias y desapariciones, era cuestión de tiempo para que los oficiales visitaran su ruinosa vivienda llena de restos humanos. Desde entonces se le conoció como “el comegente”, cuando claramente no era la primera vez que probaba carne humana.
Venezuela nunca fue un país conocido especialmente por los asesinatos en serie, mucho menos por los caníbales. Quizás fue por esa razón que la noticia, la cual se hizo conocer por todos los medios posibles, impactó de tal forma la historia de esta nación.
La mayoría de los asesinos responden a ciertos patrones al momento de remontarnos en su niñez. Falta de amor, sexualidad reprimida o experimentar un momento que muchos categorizan como “espiritual”. Tal parece que algunos desarrollan sus desvíos por estas causas. Sin embargo, hay quienes nacen con un interés natural por la muerte y los actos abominables.
Alguna vez, antes de ser conocido por todos como “el comegente”, fue llamado por sus padres José Dorancel Vargas Gómez. La primera vez que se le llamó de esta forma fue el 14 de mayo de 1957, cuando nació en el poblado de Mérida, Caño Zancudo, en una familia pobre.
A partir de entonces, se dedicó a aprender de agricultura mientras iba a la escuela. Desafortunadamente, al no tener muchos recursos, se vio obligado a abandonar los estudios a los 13 años y entregarse por completo a la vida familiar. Con tanto tiempo libre y falta de alimento, comenzó a robar animales en las fincas cercanas durante muchos años.
Según investigaciones, desde muy temprano reflejaba conductas poco normales. Además de resultarle complicado adaptarse al entorno social, Dorángel Vargas solía beber la sangre de los animales que mataba, así como también comer su carne, pero cruda. Nadie podría sospecharlo, pero sería un comportamiento que mantendría hasta su adultez y aplicaría a sus víctimas.
Sus constantes crímenes lo llevaron, con el tiempo, a tener problemas con los vecinos, quienes lo acusaron con las autoridades. De hecho, fue detenido un par de veces por hurto de animales.
El historial delictivo de Dorángel Vargas estaba lejos de cerrarse. Su falta de oportunidades lo llevó a mantenerse durante años en una situación de pobreza que lo llevó a robar. Algunas denuncias señalaban que continuaba robando animales de las casas vecinas, con los que se alimentaba.
Pero no fue sino hasta 1995, a sus 38 años de edad, que comenzaría su historia de canibalismo. La denuncia que lo llevaría al centro psiquiátrico de Peribeca fue puesta por António López Guerrero, un indigente que había presenciado como se comían a su amigo, Cruz Baltazar Moreno.
La situación de hambre que sufría Vargas, lo llevó a concebir la idea de comer carne humana. Tal pensamiento lo llevo al extremo, dejando de Cruz Moreno solo los pies y las manos, ya que, según cuenta, estos les provocaba indigestión.
En el psiquiátrico se le diagnosticó esquizofrenia paranoide, por lo que estuvo internado por dos años. Hay que mencionar que, en todo ese tiempo, se mantuvo firme en vengarse de aquel que lo delató, para que tuviera el mismo destino que su primera víctima.
Nunca se le consideró curado de este desorden mental. Sin embargo, a los médicos de esta instalación ubicada en Táchira, les pareció buena idea dejarlo libre. Aparentemente, su personalidad tímida no resultaba un problema para la sociedad. Sumado a eso, no hubo ningún encargado de hacerle seguimiento, por lo que terminó desapareciendo de la vista de todos por un tiempo.
Tres años después de lo ocurrido, los ciudadanos de San Cristóbal, en Táchira, comenzaron a notar que había constantes desapariciones. Por alguna razón, quienes desaparecían eran siempre corredores y obreros. El fenómeno llamó el interés de las autoridades, quienes no imaginaban lo que les esperaba.
Los investigadores encontraron enterrados restos de manos y pies cerca de la zona. Mientras que unos apuntaban a un posible conflicto entre bandas rivales, otros pensaban que se trataba de rituales hechos por una secta. Finalmente, fue uno de los oficiales quien recordó la historia de Dorángel Vargas.
Fue cuestión de tiempo para que dieran con la vivienda rústica del sospechoso, ubicado en una zona abandonada. Ninguno de los presentes estaba preparado para el enloquecedor escenario que presenciarían. Por un lado, una pila de manos y pies junto a tres pares de cabezas decapitadas; por el otro, toda la carne destinada al consumo de Dorángel.
La presencia de los oficiales no parece haberlo intimidado esa vez, considerando la tranquilidad con la que respondió a las preguntas. Aseguró que era capaz de hacer un guisado delicioso, aunque necesitaba condimentar bien la carne. Las manos, por su parte, no le caían muy bien, pero los ojos son buenos para echarlos a la sopa.
No era un hombre vanidoso, como la mayoría de los asesinos seriales. Respondió cada una de las preguntas como pudo y no se negó a ser entrevistado. Hasta señaló que lo hizo por necesidad y que nunca se comió a ningún niño o mujer, ya que no le hacían daño a nadie.
https://elportaldelmiedo.net/wp-con...lla-2021-02-10-a-las-3.16.28-a.m.-300x238.png
Luego de ser arrestado, Dorángel Vargas fue condenado a 30 años de prisión dónde ha disfrutado de una aparente tranquilidad. Él mismo cuenta en una entrevista que solo quiere vivir en paz por el resto de su vida sin hacerle daño a nadie.
A pesar de su deseo, en 2016 el comegente de Venezuela demostró conservar el talento por el que fue encerrado, haciendo pedazos a dos presos. Todo apunta a qué fue obligado por una pandilla durante el motín de “la masacre de Politachira”. De cualquier forma, en aquella ocasión tuvo la oportunidad de cocinar carne humana para hasta 300 personas del recinto.
Venezuela nunca fue un país conocido especialmente por los asesinatos en serie, mucho menos por los caníbales. Quizás fue por esa razón que la noticia, la cual se hizo conocer por todos los medios posibles, impactó de tal forma la historia de esta nación.
La mayoría de los asesinos responden a ciertos patrones al momento de remontarnos en su niñez. Falta de amor, sexualidad reprimida o experimentar un momento que muchos categorizan como “espiritual”. Tal parece que algunos desarrollan sus desvíos por estas causas. Sin embargo, hay quienes nacen con un interés natural por la muerte y los actos abominables.
Alguna vez, antes de ser conocido por todos como “el comegente”, fue llamado por sus padres José Dorancel Vargas Gómez. La primera vez que se le llamó de esta forma fue el 14 de mayo de 1957, cuando nació en el poblado de Mérida, Caño Zancudo, en una familia pobre.
A partir de entonces, se dedicó a aprender de agricultura mientras iba a la escuela. Desafortunadamente, al no tener muchos recursos, se vio obligado a abandonar los estudios a los 13 años y entregarse por completo a la vida familiar. Con tanto tiempo libre y falta de alimento, comenzó a robar animales en las fincas cercanas durante muchos años.
Según investigaciones, desde muy temprano reflejaba conductas poco normales. Además de resultarle complicado adaptarse al entorno social, Dorángel Vargas solía beber la sangre de los animales que mataba, así como también comer su carne, pero cruda. Nadie podría sospecharlo, pero sería un comportamiento que mantendría hasta su adultez y aplicaría a sus víctimas.
Sus constantes crímenes lo llevaron, con el tiempo, a tener problemas con los vecinos, quienes lo acusaron con las autoridades. De hecho, fue detenido un par de veces por hurto de animales.
El historial delictivo de Dorángel Vargas estaba lejos de cerrarse. Su falta de oportunidades lo llevó a mantenerse durante años en una situación de pobreza que lo llevó a robar. Algunas denuncias señalaban que continuaba robando animales de las casas vecinas, con los que se alimentaba.
Pero no fue sino hasta 1995, a sus 38 años de edad, que comenzaría su historia de canibalismo. La denuncia que lo llevaría al centro psiquiátrico de Peribeca fue puesta por António López Guerrero, un indigente que había presenciado como se comían a su amigo, Cruz Baltazar Moreno.
La situación de hambre que sufría Vargas, lo llevó a concebir la idea de comer carne humana. Tal pensamiento lo llevo al extremo, dejando de Cruz Moreno solo los pies y las manos, ya que, según cuenta, estos les provocaba indigestión.
En el psiquiátrico se le diagnosticó esquizofrenia paranoide, por lo que estuvo internado por dos años. Hay que mencionar que, en todo ese tiempo, se mantuvo firme en vengarse de aquel que lo delató, para que tuviera el mismo destino que su primera víctima.
Nunca se le consideró curado de este desorden mental. Sin embargo, a los médicos de esta instalación ubicada en Táchira, les pareció buena idea dejarlo libre. Aparentemente, su personalidad tímida no resultaba un problema para la sociedad. Sumado a eso, no hubo ningún encargado de hacerle seguimiento, por lo que terminó desapareciendo de la vista de todos por un tiempo.
Tres años después de lo ocurrido, los ciudadanos de San Cristóbal, en Táchira, comenzaron a notar que había constantes desapariciones. Por alguna razón, quienes desaparecían eran siempre corredores y obreros. El fenómeno llamó el interés de las autoridades, quienes no imaginaban lo que les esperaba.
Los investigadores encontraron enterrados restos de manos y pies cerca de la zona. Mientras que unos apuntaban a un posible conflicto entre bandas rivales, otros pensaban que se trataba de rituales hechos por una secta. Finalmente, fue uno de los oficiales quien recordó la historia de Dorángel Vargas.
Fue cuestión de tiempo para que dieran con la vivienda rústica del sospechoso, ubicado en una zona abandonada. Ninguno de los presentes estaba preparado para el enloquecedor escenario que presenciarían. Por un lado, una pila de manos y pies junto a tres pares de cabezas decapitadas; por el otro, toda la carne destinada al consumo de Dorángel.
La presencia de los oficiales no parece haberlo intimidado esa vez, considerando la tranquilidad con la que respondió a las preguntas. Aseguró que era capaz de hacer un guisado delicioso, aunque necesitaba condimentar bien la carne. Las manos, por su parte, no le caían muy bien, pero los ojos son buenos para echarlos a la sopa.
No era un hombre vanidoso, como la mayoría de los asesinos seriales. Respondió cada una de las preguntas como pudo y no se negó a ser entrevistado. Hasta señaló que lo hizo por necesidad y que nunca se comió a ningún niño o mujer, ya que no le hacían daño a nadie.
https://elportaldelmiedo.net/wp-con...lla-2021-02-10-a-las-3.16.28-a.m.-300x238.png
Luego de ser arrestado, Dorángel Vargas fue condenado a 30 años de prisión dónde ha disfrutado de una aparente tranquilidad. Él mismo cuenta en una entrevista que solo quiere vivir en paz por el resto de su vida sin hacerle daño a nadie.
A pesar de su deseo, en 2016 el comegente de Venezuela demostró conservar el talento por el que fue encerrado, haciendo pedazos a dos presos. Todo apunta a qué fue obligado por una pandilla durante el motín de “la masacre de Politachira”. De cualquier forma, en aquella ocasión tuvo la oportunidad de cocinar carne humana para hasta 300 personas del recinto.