El exorcismo de almansa

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Jinete Volad@r
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Nota al lector: Este relato es totalmente verídico, de un exorcismo efectuado a una menor con un desenlace brutal; se recomienda discreción al lector ya que contiene lenguaje que puede herir susceptibilidades, lectura no recomendada para menores de edad.

1973, el mundo del cine sufre una revolución con el estreno de la película El Exorcista, filme que cambió el género de terror para siempre y puso de moda una de las actividades más misteriosas realizadas por la Iglesia Católica: El exorcismo. La genial cinta dirigida por William Friedkin, creó una psicosis mundial que tuvo en ocasiones nefastas consecuencias. En la madrugada del martes 18 de septiembre de 1990, en Almansa (Albacete), Rosa Gonzálvez Fito, con ayuda de María de los Ángeles Rodríguez Espinilla y Mercedes Rodríguez Espinilla, arrancaba las entrañas del vientre de su propia hija a través de su vagina al creerla preñada por el Diablo. Esa fatídica noche, acontecía uno de los episodios más aberrantes y horribles de la memoria negra española.

Durante gran parte de nuestra historia, hemos vivido a la sombra de la superstición, la magia y el miedo. Hemos creído en dragones, monstruos y en la misma presencia del Príncipe de las Tinieblas, el demonio, el Diablo. Para la humanidad ha sido un auténtico logro haber dejado eso atrás y poder adentrarnos en el mundo de la sensatez, la razón y la ciencia. Sin embargo, en el fondo seguimos siendo humanos, y aún quedan personas capaces de creer en estas cosas, incluso madres capaces de destripar a su hija con las manos, obsesionadas con que en su seno esta el Demonio. En el artículo de hoy vamos a adentrarnos en uno de los casos más horribles y dantescos de la historia de España: El exorcismo de Almansa.

Hoy Rosa Fernández Gonzálvez debería ser una mujer de 31 años, sonriente y feliz, pero sólo es una página negra, la más negra, del fanatismo homicida por causas esotéricas…

Resulta difícil imaginar un crimen más brutal, inútil y absurdo. Esta inocente criatura de 11 años fue asesinada de la forma más brutal y salvaje que podamos imaginar por su propia madre. Rosa Fernández Gonzálvez, 11 años de edad. Una niña pequeña, llena de esperanzas en el futuro. Un día, algo muy normal ocurrió: le bajo su primera menstruación. Al principio todo marchaba bien, nada de qué preocuparse, hasta que la niña tuvo una pequeña falta. Como ya sabrán las lectoras de este blog, irregularidades como esa son algo corriente en las primeras menstruaciones, sin embargo este suceso no tardó en llamar la atención de la madre de Rosa.

Rosa Gonzálvez lleva una temporada obsesionada con la presencia del Demonio. Lo siente cerca, a su alrededor, acechando. Su mente, retorcida por la locura, acaba llegando a la conclusión de que esa presencia emana del vientre de su hija y decide mantenerla vigilada. Sin embargo, la obsesión le consume hasta el punto de no poder seguir observando y decide tomar cartas en el asunto: su hija ha quedado embarazada por el Maligno y es su deber matar a la aberración que reside dentro de la pequeña Rosa.

La prensa, como siempre, confundió el tocino con la velocidad exprimiendo titulares como “Crímen satánico en Almansa”. Muy al contrario, el terrible asesinato de Rosa no se produjo en un ritual satánico, sino en nombre de Dios. Los hechos se produjeron con todo su dramatismo en la madrugada del martes 18 de septiembre de 1990, en el pueblo albaceteño de Almansa. Almansa es un pueblo rico en curanderos y espiritistas. Docenas de consultorios espiritistas que profesan gran fervor a la imagen de Santa Lucía atiborran el pueblo.

En una conversación con el Excmo. Alcalde de Almansa recuerdo que me manifestaba su molestia ante la invasión esotérica, porque todo el mundo sabe que lo importante de Almansa es su industria del calzado. Rosa Gonzálvez Fito, nacida el 5 de enero de 1954, era una de las más prestigiosas sanadoras espiritistas de Almansa. Iniciada en el espiritismo por Enrique “El de Villena” *, un ex-empleado de una fábrica de zapatos que dejó su trabajo para dedicarse a la curación, Rosa Gonzálvez, “Hermana de la luz”, “miradora” o “sanadora”, atendía diariamente a multitud de enfermos. Su especialidad, la imposición de manos. Los ingresos de esta curandera eran tan sustanciosos que su marido, Jesús Fernández Pina, nacido el 24 de junio de 1947, pudo permitirse el abandonar su trabajo de zapatero para hacer de secretario de su mujer. La triste protagonista de esta historia fue Rosa Fernández Gonzálvez, única hija del matrimonio, nacida en Albacete el 22 de abril de 1979.

El periodista del diario La Tribuna de Almansa, Luis Bonete, realizó un meticuloso seguimiento del caso desde el primer momento. A él se deben las imágenes televisadas en todos los canales, así como las fotografías tomadas durante la detención de las implicadas en este absurdo infanticidio. A su profundísima investigación se deben muchos de los datos desconocidos por el gran público sobre este patético caso. Los dramáticos sucesos que desencadenaron la tragedia del 18 de septiembre comenzaron en realidad tres días antes, el sábado 15 de septiembre, cuando R. Gonzálvez, María de los Ángeles Rodríguez Espinilla y su hermana Mercedes salen juntas a cenar. Mercedes había llegado dos días antes a Almansa, procedente de Valladolid, con la intención de pasar unos días con su hermana.

Al día siguiente, a eso de las 15:30, Rosa Gonzálvez telefoneaba a María de los Ángeles, que se traslada inmediatamente a casa de la curandera. Durante toda la tarde intenta exorcizar del cuerpo de María de los Ángeles el espíritu de su marido, Martín, que supuestamente la poseía y “le estaba haciendo mucho daño”. Además de hacerlo con ella, también intentaba exorcizar a los hijos de su amiga quienes, supuestamente, portaban el mal.

Para ello, les metía los dedos en la boca, produciéndoles grandes arcadas para que “echaran el pato que tenían dentro”. Sobre las 23:00, Martín, esposo de María de los Ángeles, se presentaba en casa de Rosa con la intención de llevarse a su familia. Consigue llevarse a sus hijos, pero no a su mujer. Al día siguiente, lunes 17, volvió a casa de la curandera para intentar llevarse a su esposa. En la mañana del lunes se encuentran reunidos en el número 89 de la calle de La Rosa, en Almansa, Rosa Gonzálvez, su marido, María de los Ángeles, su hermana Mercedes, Josefa y Ana María Gonzálvez, cuñada y hermana de la curandera a quien Jesús Fernández había llamado al encontrar a su esposa como loca. Todo el grupo se traslada al dormitorio del matrimonio, donde se inician una serie de ritos extraños con objeto de expulsar a los espíritus. La violencia histérica de la curandera se entremezcla con advocaciones religiosas, rituales mágicos, imágenes de Santa Lucía, etc. Tras una agotadora sesión, a media tarde María Ángeles y Rosa parecen calmarse. María Ángeles asegura que la curandera le ha salvado la vida, a lo que ésta responde: “Yo no soy Rosa, soy un extraterrestre de otro planeta…”.

Tras la sesión, Josefa, Ana Gonzálvez y Mercedes Rodríguez abandonan la casa, encerrándose María de los Ángeles y Rosa en el dormitorio del matrimonio. Pero casi a media noche, Mercedes vuelve a casa de la sanadora, y ahí se inicia la recta final de este drama. El periodista Luis Bonete reconstruye exactamente todo lo que ocurrió en la casa del matrimonio Fernández/ Gonzálvez aquella noche:

“En la madrugada del día 18, Jesús entra en el dormitorio y sorprende a su mujer totalmente desnuda, con las hermanas Rodríguez. Las tres estaban cubiertas de excrementos y bilis. Tiempo antes, se había desarrollado otro ataque de histeria exorcista en la habitación. A golpes, obligan a Jesús a que limpie la habitación y a que despierte a Rosi, hija del matrimonio, que ya estaba acostada en su habitación. El padre conduce a la pequeña a la habitación, donde es desnudada y metida en la cama. Pero poco tiempo podrá dormir la pequeña, ya que un rato después es despertada por su madre y obligada a tumbarse en el frío suelo. Lógicamente, la niña comienza a tiritar. En ese instante, dice Mercedes: “Si vais a quitar el mal, hacedlo ya, porque la niña no se encuentra bien”. Rosa, ebria de superstición, exclamó “¡Maldita sea! El mal está dentro de ti”.

La curandera y María de los Ángeles atacaron a Mercedes dándole patadas en la vagina y metiéndole los dedos en la boca hasta hacerla sangrar. Al ver la sangre, la curandera interpretó que el mal ya había salido, dirigiéndose entonces hacia su hija, y comenzando a golpearla, asegurando que era ella ahora la poseída por el espíritu de Martín. Al escuchar los lloros de Rosi, su padre, que había sido expulsado de la habitación, entró nuevamente con la intención de rescatar a su hija… Ojalá lo hubiera hecho, porque aquella fue su última oportunidad de salvar la vida de la pequeña de la superstición homicida de las espiritistas. Las tres mujeres atacaron con feroz violencia a Jesús, que nuevamente fue expulsado del dormitorio, saliendo además de la casa en busca de ayuda.

Ese momento es aprovechado por las tres mujeres, que se trasladan con Rosi al dormitorio de la pequeña. Tras atrancar la puerta con una de las camas y la cómoda del dormitorio, acuestan a la pequeña en la cama restante, reiniciando sus rezos, jaculatorias y exorcismos. A las 6:00, regresa Jesús con Ana María, hermana de la sanadora, pero no pueden entrar en el dormitorio, quedándose al lado de la puerta hasta las 9:00. Dentro de la habitación, Rosa y las hermanas Rodríguez destrozan todos los muebles, se revuelcan por el suelo, gritan, caminan descalzas sobre clavos y cristales, se orinan… el espectáculo debío ser estremecedor para la niña, que, aterrada, vivía los últimos instantes de su corta existencia. Mientras, en su locura exorcista, Rosa echaba colonia encima de María de los Ángeles. Esta tuvo la fatal ocurrencia de decir que notaba que le venía el mal “por abajo”; que estaba entrándole un “aborto del Diablo”. En ese momento, la curandera colocó una toalla en la vagina de Ángeles y comenzó a golpearla en el vientre.

Al retirar la toalla llena de sangre, encontraron la prueba que necesitaban para confirmar sus sospechas sobre el “aborto del Diablo”. Posteriormente, se averiguó que ésta tenía la menstruación ese día… Ante ese hecho, Rosa se vuelve hacia su hija y le dice: “Estas embarazada por el Diablo”. Era el principio del fin de este drama. Las tres enajenadas se precipitan sobre la niña y, mientras las dos hermanas la sujetan, Rosa le abre las piernas y le introduce sus manos en la vagina. Primero un dedo, luego dos; por fin, toda la mano de la curandera se introduce en la pequeña cavidad, rasgando la carne infantil a su paso. Rosi grita, patalea, se revuelve destrozada por el dolor, pero su madre no se detiene.

La vagina está desgarrada; ya son dos manos las que arrasan el interior de la niña. Minutos de dolor indescriptible. La curandera arranca los ovarios, los intestinos, la vagina…”Gloria al Espíritu Santo, gloria a Jesús, ¡Sal cabrón!” increpaba la sanadora mientras hurgaba con las uñas en las vísceras de su hija. En el nombre de Cristo, la curandera destrozaba, desgarraba, destruía, devastaba las entrañas de su hija con las manos. Durante unos minutos interminables, Rosi, con sólo 11 años, sufrió lo que ninguna narración puede describir.

Por fin, la masiva pérdida de sangre produjo un piadoso shock a la pequeña que le provocó la muerte, cesando así su inenarrable tormento. Aun después de muerta, y ya con mayor facilidad, Rosa continuó arrancando las vísceras de su hija por la vagina. Y cuando se sintió cansada cambió la posición con María de los Ángeles que continuó con su tarea mientras exclamaba a cada “demonio” extirpado: “Otro, otro, ¡Esto no se acaba nunca!”.A las 9:00h. de la mañana consiguieron entrar Jesús y su cuñada en la habitación. El espectáculo era dantesco. El padre salió disparado en busca de ayuda, y desde la casa de un vecino, llamó a la policía. Ana Gonzálvez se quedó en el dormitorio. Las tres mujeres se precipitaron contra ella. “Tú eres la clave; necesitamos tus ojos para que la niña reviva”.

La curandera y sus ayudantes propinaron una brutal paliza a la mujer que estuvo a punto de perder los ojos en el ataque, el cual le produciría una contusión retiniana en ambos. Cuando comenzaron a ser conscientes de la monstruosidad que habían hecho, Rosa y Ángeles intentaron darse a la fuga, siendo detenidas por la policía: Rosa, en un bar cercano, y María de los Ángeles, en un vehículo particular que asaltó en la huida. Mercedes fue detenida en el mismo lugar de la masacre.”

Cuando en febrero de 1992 la Audiencia Provincial de Albacete dictó sentencia contra las acusadas, las tres mujeres fueron absueltas. Rosa y María de los Ángeles fueron ingresadas en un psiquiátrico, liberadas de la acusación de asesinato por la eximente de trastorno mental transitorio.

Mercedes fue absuelta “por no haber participado activamente en los hechos”. Un absurdo que no merece la pena. A la hora de redactar estas líneas tengo ante mí, sobre la mesa del despacho, las fotos tomadas por Luis Bonete minutos antes de la detención de las asesinas de Rosi. Veo en estas imágenes la habitación revuelta, las estampas de la Virgen y de santos. En una de las fotos, se ven los intestinos de la niña amontonados en un rincón de la habitación, el suelo manchado de sangre… el cadáver de Rosi, el rostro de la niña, con el ojo izquierdo entreabierto y la tez pálida como el papel, que murió de una forma tan brutal a causa de la ignorancia, la superstición y las creencias religiosas y esotéricas mal llevadas y peor entendidas. Y lo peor de todo es que soy consciente de que estos dramáticos casos no han cesado. ¿Quién será el próximo?

Poco después de que usted, lector, concluya la lectura de este artículo, en algún lugar del mundo algún ser humano encontrará la muerte de la forma más brutal a causa de la superstición esotérica, de una ignorancia hecha misterio. Y cuando los titulares nos recuerden casos precedentes, volveremos a pensar en Encarnación, en Rosa…, y yo me pregunto ¿de verdad vale la pena este absurdo? A nosotros nos tocará encontrar la mejor forma de combatir esa brutal ignorancia esotérica que pudo llevar a una madre a arrancar las vísceras de su propia hija en el nombre de Cristo, los extraterrestres o los “Hermanos de la Luz”…

Este caso es tristemente uno de los más conocidos de España, y razones no faltan. Resulta espeluznante que una madre sea capaz de hacerle eso a su propia hija y lo que es peor aún, con la más firme convicción de que hacían lo mejor para ella. Posteriormente, cuando fueron interrogadas, la madre afirmó que en ningún momento pretendieron asesinar a la niña, y que una vez extirpadas las vísceras podrían ser colocadas de nuevo y así devolver a Rosa a la vida.

El juez tomó la decisión de absolver por completo a Mercedes, al considerar que no participó directamente en el exorcismo, e internar a Rosa y a María de los Ángeles en un centro psiquiátrico. En los oídos de los asistentes al juicio quedó grabada la sentencia del juez, que terminó diciendo:

“Por un lado deseo que el internamiento sirva para que Rosa se recupere, pero por otro lado deseo que nunca lo haga, para que asi no se de cuenta de lo que ha hecho”.