La bestia entre los arboles

shinhy_flakes

Jinete Volad@r
Miron
Bakala
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A Thomas Ubrik nunca le había gustado vivir en la ciudad y desde que tenía memoria, ha vivido en zonas rurales. Sin embargo, en cierto punto de su vida tuvo que residir en una de las metrópolis humanas más grandes del mundo, la despreciable y sucia Nueva York. Por una serie de motivos que no mencionaré, su estadía ahí se prolongó más de lo que debía y debido al gran estrés que había acumulado, sufrió un colapso nervioso. Luego de este acontecimiento, Thomas decidió mudarse al bosque más lejano y apartado de la civilización que encontró y en medio de este, construyó una imponente cabaña de madera de roble. La naturaleza le daba una paz admirablemente profunda, una calma semejante al tibio y fresco soplido que trae la primavera tras de sí. Las primeras semanas fueron regulares, sin ningún acontecimiento especial entre medio de ellas fuera de algunos ruidos raros producidos por la casa (lo que probablemente era la madera acentuándose).

El aislamiento no suele ser lo más adecuado para cualquier persona, pero a Thomas le resultaba fantástico ya que jamás había sostenido relaciones personales muy duraderas o importantes para él, estaba acostumbrado a la escasez de compañía. Thomas nunca obtuvo una gran fortuna, aunque tampoco lo azotaba cruelmente la pobreza, él pertenecía a los llamados "clase de media". Una madrugada, recibió una llamada de su hermana informándole acerca de un suceso trágicamente devastador, la muerte de su abuelo materno. Este mismo padecía de sonambulismo y de cierta demencia provocada por su avanzada edad, fue la primera de estas condiciones la que causó su fallecimiento a la edad de 86 años. Se dijo que una noche se levantó de la cama y subió hasta el techo del hotel en el que se hospedaba, estando ahí arriba, se precipitó deliberadamente al vacío. El joven Tom no tuvo la fuerza de voluntad suficiente para asistir al entierro del difunto padre de su madre. Los días pasaron y las llamadas así como los mensajes se fueron acumulando; sus familiares estaban cada vez más preocupados y luego de tres largas y desdichadas semanas se decidieron a, como último recurso, visitarlo.

Lo encontraron en un pésimo estado físico y mental, su flaqueza era anormal y sus ojos estaban tan hinchados de llorar que parecía que iban a salirse de sus cuencas, aún seguía profundamente perturbado por el suicidio involuntario de su abuelo. Un mes transcurrió en el que Thomas estuvo completamente rodeado por su familia cercana y aunque su estado físico mejoró en gran medida, su estado mental seguía siendo pésimo. Sus parientes lo dejaron confiando en que estaba mejor ya que ahora estaba tomando antidepresivos, recetados luego de múltiples chequeos psicológicos. Sin embargo, su depresión seguía siendo la misma del primer día y en más de una ocasión, llegó a considerar ponerle fin a su existencia, aunque de alguna manera difícil de determinar, jamás lo realizó.

A causa de su triste nostalgia, Thomas recurrió a buscar alguna manera de al menos contactar con aquel difunto cuya muerte había sido el causante de su profunda y melancólica pena; de esta manera logró toparse con antiguos libros prohibidos que contenían conocimientos que nadie debe de poseer, estos libros hablaban sobre ciertos rituales con los que se podía no solamente contactar con aquellos que ya han fallecido, sino también, traerlos de vuelta a la vida. La posibilidad de poder volver a estar con su abuelo hacía que el desgatado y roto hijo Ubrik adquiriera ánimos, unos ánimos perversos que ningún humano cuerdo puede o debe llegar a tener. Thomas se apresuró a realizar aquellos oscuros y tan antiguos como terribles ritos y así, fue cobrada una vida por otra. Una serie de horripilantes acontecimientos sucedieron a continuación del hecho anterior, más ninguno de ellos tuvo nada que ver con la resurrección del anciano. Dando inicio a esta aberrante serie de hechos, no muy lejos de su casa, Tom encontró árboles como amasados, como si alguna cosa de proporciones gigantescas hubiese pasado por sobre ellos. Otro de los sucesos fue ver durante al menos una semana, una enorme cantidad de tanto ciervos como lobos muertos y siendo poco más que una caliente bolsa de huesos. El aire del lugar era cada vez más repugnante, tenía un hedor sumamente singular e inquietante.

A Tom le fue muy difícil encontrar una explicación para estas coincidencias macabras y trató de ignorarlas. Thomas Ubrik empezó a tener horripilantes pesadillas apocalípticamente aterradoras que no podían venir de ningún lugar más que de él más depravado Ades. Un horrendo día de invierno, pudo observar en todo su esplendor al causante de todo lo anteriormente mencionado pues, en plena madrugada lo despertaron las pesadillas (como ya era normal) y escuchó ciertos ruidos provenientes de fuera de su casa. Al investigar y mirar por su ventana, vio aquella estremecedora bestia salida del repugnante Seol. Aquello era enorme, como una casa de dos pisos, tenía una insólita combinación de tonos azules y morados en su burbujeante y gomosa piel. Sin embargo era relativamente delgado, de hecho, si se veía de noche (así como lo vio Thomas) y sin prestar atención podía ser tomado como un árbol no muy grande, pero definitivamente esa cosa no era ni por cerca un árbol. Tenía un hocico como de lobo y a la vez como de cocodrilo, no tenía ni pelo, ni cola, ni oídos así como carecía de ojos visibles. Al parecer era cuadrúpedo aunque casi bípedo ya que tenía una pose similar a la de un gorila. El más profundo horror invadió al muchacho al contemplar a esa desdeñable y enloquecedora criatura.

Parecía que buscaba algo y, al notar este específico comportamiento, Tom no pudo evitar gritar de una manera como solo lo haría un condenado a la pena eterna. Aquello se dirigió hacia la casa y sin vacilar, arrancó el techo con sus ágiles y largos brazos. Localizó a su invocador por algún raro método incomprensible para cualquier persona común y fácilmente sostuvo entre sus afiladas garras a Thomas Ubrik. De repente, esa abominación perteneciente a las negras profundidades del Caronte comenzó a abrir lo que parecía una especie de cicatriz o marca pero que resultó ser un párpado, por así llamarlo; de esa manera, la criatura dejó que se viera su único y negro ojo. Al instante, aquel que lo contempló cayó fulminado ante tal atrocidad, liberando de esta forma, a la bestia entre los árboles.