Los que se sentían poderosos
David Parker Ray [1] Este asesino solo mataba para conservar el control. Fue un verdadero sádico sexual que secuestró a varias mujeres, las esclavizó sexualmente, las sometió a múltiples torturas, y mató a las que se le volvieron más problemáticas por su desobediencia. Por eso, se deduce de sus declaraciones que al asesinar experimentaba frustración y disgusto en tanto que perdía un objeto de placer (la esclava), pero a la vez sentía reafirmado su sentimiento de poder, su rol de controlador. Citamos ahora la transcripción de un perverso audio que él mismo emitió para sus esclavas: ‹‹Aquí, usted es una esclava y la disciplina es muy estricta. Se les dará un conjunto de reglas, las cosas que puede y no puede hacer, y usted aprenderá a cumplir porque cada vez viole una regla, será castigada. Puede sonar duro y frío, pero si usted nos da demasiados problemas, o si usted representa algún tipo de amenaza para nosotros, no voy a tener ningún reparo en absoluto acerca de rebanarle la garganta. Como he dicho antes, no me gusta matar a las chicas que traemos aquí, pero de vez en cuando las cosas suceden. ¿Qué puedo decir? Yo realmente odio tener que tirar ese lindo cuerpo afuera (…). No estoy tratando de asustarla. Ésta es simplemente la forma en que las cosas funcionan.››Gary Ridgway [2]Gary Ridgway odiaba a las prostitutas, las consideraba “basura” y en consecuencia quería erradicarlas. De ese modo, cuando él mataba sentía que las tenía bajo control, que el ejercitar su poder para erradicarlas era manifestar el control que tenía sobre ellas. Dijo así, refiriéndose a la prostituta en forma genérica: “Yo tuve control sobre ella cuando la mataba, y yo tuve control sobre ella mientras estaba todavía en posesión mía” (se refiere al cadáver en lo segundo, y aquí hay que tener en cuenta que practicó la necrofilia). Además de lo citado, también Gary pareció referirse a lo que se sentía matar como algo desconcertante, aunque lo expresó de forma vaga, con la siguiente frase:“Siempre me pregunté cómo sería matar a alguien, y mira tú lo que era”
Harold Shipman [3]Este famoso ángel de la muerte manifestó, desde pequeño (en gran parte a causa de ser hijo único y de la forma en que fue educado), un sentimiento de superioridad, que profundizó grandemente en su trayectoria como asesino, buscando en ello una especie de compensación psicológica a la falta de poder que tuvo para evitar la muerte de su propia madre cuando aún era joven. Dijo por ello en la corte: “Yo puedo curar o puedo matar. Soy un médico y en mis manos está el poder de la vida y la muerte. No soy un instrumento de Dios; cuando estoy con un paciente, yo soy Dios. Soy un ser superior”.
Tinta [4]“Tinta” es un sicario colombiano de 38 años, que lleva varios años en el negocio y vive en el Barrio Triste de Medellín, donde tiene un taller en que repara vehículos a manera de segundo oficio. Allí, en su taller, una vez fue entrevistado y, ante la pregunta de “¿Qué sientes al matar a un hombre?”, Tinta respondió con convicción: “Poder, parce. Se siente poder.”
Asesinos perdiendo el control
David Berkowitz [5]De todas las cosas que dijo David Berkowitz, se desprende que sus asesinatos estaban vinculados al odio, por lo que sentía que desahogaba ese sentimiento (y la ira que conlleva) al matar. Sin embargo, tal y como en Richard Ramirez u otros asesinos vinculados al satanismo en el cometimiento de sus crímenes, David decía servir a un ente demoníaco y se sentía, de alguna manera, entregado a una fuerza oscura asociada a la oscura entidad que veneraba, fuerza que desde un punto de vista psicológico bien podría representar a una parte de sí mismo que el sujeto exterioriza en la representación que se hace para sí mismo de ésta. Por otra parte, es importante el sentirse como “cazador” en el “juego” de la cacería (cosa que David señala en la carta que veremos), ya que eso indica que el matar le ocasiona una complacencia sádica vinculada al ejercicio del poder para destruir la vida de los otros. Veamos ahora la carta de 1977: ‹‹Yo soy el Monstruo Belcebú, el Behemoth gordito. Me encanta cazar. Rondar las calles en busca del juego justo –sabrosa carne (…). Yo vivo para la caza (mi vida). Sangre por papá.››Luis Alfredo Garavito [6]Garavito abusó sexualmente de los más de 150 niños que asesinó. Ahora bien, según se desprende de sus declaraciones, parece que al matar (no al torturar y violar, al matar en sí mismo) sentía que se vengaba de todo lo que le hicieron (fue violado varias veces cuando era menor de edad); dijo por eso lo siguiente de su primer asesinato, que puede en esenciaaplicarse a los crímenes que siguieron: ‹‹Me transporté a mi infancia, sentí mucho odio, más los niños que yo llevaba nunca los mataba, y es allí donde cojo a este menor, empiezo a tasajearlo con una cuchilla y se apodera de mí algo extraño que me decía “mate, que con matar ya venga muchas cosas”. Fue así como yo procedí a matarlo, así fue mi primera muerte. ››. Como puede verse, al igual que en David Berkowitz, en Garavito aparece, y aún con mayor claridad, la figura de ese “algo” que se apodera del asesino en el momento de cometer el asesinato, un “algo” que suele estar vinculado prácticas satánicas (Garavito hizo pacto con el Diablo), y que psicológicamente podría explicarse como una representación exteriorizadora que el sujeto hace de una parte de sí mismo que de alguna manera le resulta conflictiva, y que puede ponerse con más facilidad en algo exterior (la voz que escucha Garavito) si es que hay de por medio una tendencia esquizofrénica o una esquizofrenia como tal.
Ted Bundy [7]Ted Bundy ha explicado que detrás de su motivación por matar estuvo una exposición temprana y prolongada a formas violentas de pornografía, que inducían el desarrollo de una sexualidad patológicamente sádica, anclada sobre una vinculación entre la muerte-dolor y el placer. Por ello, más adelante se le conoció como “El asesino de estudiantes”, en tanto que buscaba a jóvenes universitarias para matarlas después de abusar sexualmente de ellas. Ahora, en cuanto a lo que sentía al hacer eso, citaremos fragmentos de una entrevista que dio justo antes de morir ajusticiado:
JCD: Después de que usted cometió su primer asesinato, ¿cuál fue el efecto emocional? ¿Qué pasó en los días después de eso?
Ted: Incluso después de tantos años, es difícil hablar. Revivir eso hablándolo es difícil, por decir lo menos, pero quiero que entiendas lo que pasó. Fue como salir de algún trance horrible o sueño. Sólo puedo compararlo con (y yo no quiero dramatizar) ser poseído por algo tan horrible y extraño, y a la mañana siguiente despertar y recordar lo que pasó y darse cuenta de que a los ojos de la ley, y desde luego ante los ojos de Dios, tú eres responsable. Al despertar por la mañana y darme cuenta de lo que había hecho con una mente clara, con todos mis sentimientos morales y éticos esenciales intactos, me horrorizó absolutamente.
JCD: ¿Usted no había sabido que era capaz de eso antes?
Ted: No hay manera de describir el impulso brutal de hacer eso, y una vez que se ha cumplido, o pasado, y que el nivel de energía retrocede, me convertía en yo mismo otra vez. Básicamente, yo era una persona normal.
Trabajando por un “ideal”
Pedro Nakada [8]El caso de Nakada es muy particular porque representa indiscutiblemente al asesino misionero, en tal grado que, lo que sentía al matar, estaba profundamente vinculado a lo que percibía como su misión detrás de los crímenes. Dijo así: “¿Qué siento cuando mato –dice–? Siento que ayudo. ¿A qué? A que la gente cambie. A que el mundo cambie. Quiero que haya paz.”Los sádicos
Alexander Pichushkin [9]Este asesino admiró a Chikatilo e intentó superarlo. Mataba con un martillo y era un verdadero sádico. Matar lo hacía sentirse importante en tanto que afirmaba que les abría la puerta al más allá a sus víctimas, a la vez que le reportaba sádico placer pues, según admitió, le gustaba el sonido que hacían los cráneos al partirse… Citaremos ahora una conocida declaración suya: “Para mí, la vida sin matar es como la vida sin comida para ti. Me sentía como el padre de todas estas personas, ya que fui yo quien les abrió la puerta a otro mundo.”.Menos conocidas son las palabras quePichushkin dio en una entrevista al tabloide ruso Tvoi Den, y que muestran su gran sadismo: “La vida humana no es demasiado larga. Es más barata que una salchicha. Mi abogado: lo abriría y cortaría como un pez. Lo habría matado como a un insecto, y habría recibido tanto placer en el proceso. Lo cortaría y haría cinturones con su carne. Pero en cuanto a recordar a todos que maté, quién y cuándo y dónde, eso yo no lo recuerdo. Ni siquiera me importa como para recordarlo”
Andrei Chikatilo[10]Chikatilo tuvo desde adolescente problemas de impotencia sexual que solo superó de manera extremadamente patológica, tal y como descubrió al tener su primera erección fuerte en el momento en que, antes de cometer su primer asesinato, cortó a una niña desnuda (de la que iba a abusar) con un cuchillo, sintiendo gran excitación al ver la sangre. Cabe aquí mencionar que sus víctimas eran generalmente menores de edad de sexo femenino, y que la juventud de las víctimas, al igual que la obtención de placer sexual mediante actos sádicos, manifestaba que Chikatilo, a través de sus crímenes, intentaba aliviar el sentimiento de impotencia que tenía por las humillaciones sufridas. Baste saber esto para entender el resto y lo que experimentaba al matar y después de matar, pues las palabras del monstruo son muy claras: “En los actos sexuales perversos experimentaba una especie de furor, una sensación de desenfreno. No podía controlar mis actos. Desde la niñez me he sentido insuficiente como hombre y como persona. Lo que hice no fue por el placer sexual, sino porque me proporcionaba cierta paz de mente y de alma durante largos periodos. Sobre todo después de contemplar todo tipo de películas sexuales. Lo que hice, lo hice después de mirar los vídeos de actos sexuales perversos, crueldades y horrores”.
Carl PanzramCarl Panzram, un ladrón, predador sexual, bandolero y asesino del siglo XIX, fue desde temprana edad un sujeto lleno de agresividad y odio. [11]
Así, al matar disfrutaba porque desahogaba su odio y el sadismo relacionado a éste, afirmando por ello lo siguiente: “En mi vida he asesinado a 21 seres humanos, he cometido miles de allanamientos, asaltos, robos, incendios provocados y, por último pero no menos importante, he cometido sodomía con más de 100 hombres. Ante todas estas cosas no siento ningún arrepentimiento (…).Odio a toda la jodida Humanidad, disfruto matando.”
Edmund Kemper [12]El caso de Edmund Kemper, más allá de sus motivaciones ideológicas (“golpear a la burquesía”), es la expresión de un sadismo sexual que se manifestó desde temprana edad a nivel de fantasías, que llegó a degenerar en la necrofilia, y que estaba ligado a un deseo por experimentar un sentimiento de poder. Comprenderemos entonces qué sentía al matar si citamos lo que le dijo al célebre Robert Ressler en una entrevista donde, haciendo gala de ese sádico goce que encontraba en el poder, bromeó con arrancarle la cabeza al entrevistador; veamos sus palabras: “Yo solo quería la exaltación por encima de la fiesta. En otras palabras, triunfar sobre la muerte. Ellas estaban muertas y yo estaba vivo. Esa era la victoria en mi caso (…). Era una especie de cosa de tipo triunfante y exaltado, como sacarle la cabeza a un ciervo o un alce (…). Yo era el cazador y ellas las víctimas.”
Gilles de Rais [13]Este asesino fue un mariscal francés que desde pequeño manifestó tendencias sádicas, y que en su castillo realizó rituales de magia negra mezclados con torturas, violaciones y asesinatos de niños. Lo que experimentaba al matar a las inocentes criaturas excedía lo esperable y topaba la maldad pura en tanto que reflejaba una conciencia clara de la naturaleza moral de sus actos. Esto lo vemos en una aproximación literaria a su confesión en el juicio, basada en fuentes históricas y extraída del libro El Mariscal de las tinieblas. La verdadera historia de Barba Azul de Juan Antonio Cebrián; citamos: ‹‹Confieso que maté a esos niños y niñas de distintas maneras y haciendo uso de diferentes métodos de tortura: a algunos les separé la cabeza del cuerpo, utilizando dagas y cuchillos; con otros usé palos y otros instrumentos de azote, dándoles en la cabeza golpes violentos; a otros los até con cuerdas y sogas y los colgué de puertas y vigas hasta que se ahogaron. Confieso que experimenté placer en herirlos y matarlos así. Gozaba en destruir la inocencia y en profanar la virginidad. Sentía un gran deleite al estrangular a niños de corta edad incluso cuando esos niños descubrían los primeros placeres y dolores de su carne inocente.››
Jack El Destripador [14]El caso del brillante Jack es el de un psicópata sádico que experimenta placer cuando mata, tanto por el sufrimiento de la víctima, como por el sentimiento de poder que experimenta, y que en el caso de Jack se vinculaba a su capacidad para burlarse de la Policía y, a la vez, reducir y aterrorizar a un grupo social (prostitutas) que odiaba y despreciaba. Esto se ve muy bien en una carta del 25 de septiembre de 1888: ‹‹Desde hace días siento que la Policía me ha detenido, pero en realidad aún no me han encontrado. No soporto a cierto tipo de mujeres y no dejaré de destriparlas hasta que haya acabado con ellas. El último fue un magnífico trabajo, a la dama no le dio tiempo ni a chillar. Me gusta mi trabajo y estoy ansioso para empezar de nuevo. Temprano tendrá noticias mías y de mi gracioso juego… -Firmado: Jack el Destripador.››
Pedrinho Matador
Actualmente Pedro sigue en prisión, y todavía lo consideran como un símbolo del bandolero brasileño hábil para el combate cuerpo a cuerpo.
[15]En uno de sus recientes tatuajes se puede leer la siguiente leyenda, en la cual expresa con sinceridad la motivación de sus crímenes. Dice así: ‹‹Mato por placer››
Pedro Alonso López [16]Este conocido psicópata fue uno de los mayores asesinos de toda la historia, pues mató más de 170 niñas, a las que previamente violaba. Principalmente, más allá de lo que lo condujo a convertirse en lo que fue, Pedro Alonsoexperimentaba una especie de sentimiento místico de poder sobre la vida, matizado por un sadismo que, si bien manifestó en las violaciones, era más profundo y trascendía el aspecto puramente sexual. Esto se ve en la siguiente frase: “Había un momento divino cuando ponía mis manos alrededor del cuello de las niñas y observaba cómo se iba apagando la luz de sus ojos. Solo aquellos que matan saben a qué me refiero”.
Culpables o arrepentidos
Charles Cullen [17]Este ángel de la muerte trabajaba como enfermero, y era un individuo que tenía mucho enojo guardado y que además presentaba frecuentemente crisis depresivas. De ese modo, en sus asesinatos encontró la vía perfecta para desahogar esa ira y, a la vez, evitarse un poco (porque de todas formas sintió remordimiento) los conflictos de conciencia, pues supuestamente mataba a los enfermos para evitar que siguiesen llevando una vida de sufrimiento… como la suya (aunque por causas distintas). Veamos ahora lo que Charles Cullen dijo en una entrevista, donde aclara qué sentía al matar y tras matar: “Me sentía culpable por lo que había hecho, a pesar de que yo estaba tratando de reducir el sufrimiento de las personas. Me gustaría estar largos periodos de tiempo sin nada, pero después me encontraba de vuelta a mí mismo sintiéndome abrumado, sintiendo que no podía ver gente herida, muriendo y siendo tratada como no-humana y, a veces, lo único que sentía que podía hacer era tratar de poner fin a ese sufrimiento, y no creo que tuviera ese derecho, pero lo hice de todas formas (…). No voy a decir que era la felicidad el porqué de lo que hice. Me sentí muy obligado, muy impulsado a terminar el sufrimiento como lo vi, ya sabes, y yo seguí incurriendo de nuevo en ese comportamiento, no pude detenerme (…). Fue un secreto oscuro y sucio, me molestaba, ya sabes. Me sentía como si estuviera ayudando a la gente pero también sabía que estaba mal. Yo sabía que estaba mal…”Dennis Andrew Nilsen [18]Este asesino homosexual asfixiaba a los hombres que invitaba a dormir, y después de muertos los descuartizaba. Lo que sentía al matar y tras matar, estaba vinculado al hecho de que en el fondo mataba porque quería sentir que, de algún modo, no era abandonado (conservaba los restos de las víctimas), pues siempre experimentó un sentimiento de abandono u orfandad afectiva. Dicho esto, citemos lo queNilsen escribió: ‹‹Después de matarlos, experimentaba un sentimiento doloroso de desesperación y una sensación de vacío. Aunque sabía que el cuerpo estaba muerto, pensaba que la personalidad estaba todavía dentro de él, consciente y atenta a mis palabras (…).Puede ser que cuando mataba a aquellos hombres me matase a mí mismo, pues me quedaba de pie muy apenado y sumido en una profunda tristeza, como si acabase de morir un ser muy querido››
Jaime Benjamín Cárdenas Pardo [19]Este fue el peor asesino serial de Bolivia, y la motivación fundamental de sus asesinatos era el dinero, aunque mataba drogado y por eso dijo no recordar bien qué sentía exactamente al asesinar. No obstante, Jaime dejó claro lo que sentía después de matar, veamos: “Claro, tengo remordimiento… Si no es pues, un conejo… Hasta un niño tiene remordimiento de matar un conejo, ¿no? Peor la gente…”
Indiferentes
Anatoli Onoprienko [20]Este asesino y asaltante (mataba para robar) es una mezcla de dos tipos: por una parte, al matar experimentaba indiferencia con respecto al tormento de sus víctimas; mientras, por otra parte sentía cierto placer emocional al sentirse poderoso, al percibirse como un depredador, pues llegó a decir que veía a sus víctimas como un lobo ve a los corderos. En cuanto a lo primero, lo de la indiferencia (que es lo más notorio), baste esta declaración de Anatoli: “Sé que es cruel, pero yo soy un robot que ha sido impulsado a matar, yo no siento nada (…). Para mí, matar, es como romper una colcha. Hombres, mujeres, ancianos, niños, todos son lo mismo. Nunca me he arrepentido por aquellos a quienes he matado. No amo, no odio, sólo ciega indiferencia. No los veo como individuos, sino como cosas”Henry Lee Lucas [21]Sobre este sádico asesino itinerante, que mató junto con su colega Otis Thole, cabría pensar que disfrutaba matando, aunque según él, al menos en el fondo y con respecto a los asesinatos y al sufrimiento de las víctimas en éstos, Henry sentía más bien indiferencia; citamos: “No tuve ningún sentimiento especial por todas aquellas personas o los asesinatos. Los abordaba cuando pedían aventón, hacían ejercicio por las carreteras o cualquier cosa, pasábamos un buen rato y después, ya saben, los asesinaba y tiraba sus cuerpos por cualquier lado”
Richard Kuklinski [22]Richard Kuklinski, conocido como “Iceman”, fue un sicario que mató a más de 150 personas, muchas veces torturándolas para complacencia de sus clientes, a quienes mostraba los escabrosos vídeos de los suplicios de las víctimas. Sin embargo, aunque torturaba no era en el fondo un sádico: era un psicópata frío, sin nada de empatía. Esto lo vemos en lo que dijo al psiquiatra Dr. Deeds en una entrevista: “No obtengo nada por golpear a alguien, lastimar a alguien, dispararle a alguien… Eso es nada para mí. Lo único que me da placer es el sexo (…) Si lastimo a alguien, no me provocaría nada, estoy matando a alguien más…”. Más adelante, cuando el psiquiatra le preguntó si entonces nunca tuvo sentimiento alguno al respecto, él respondió con amargura: “Nunca tuve alguno, era decepcionante… Ahí me di cuenta de que debía estar loco, porque debería de algún modo haber tenido algún sentimiento… algo.”
Richard Speck [23]Richard Speck mató a todas sus víctimas (jóvenes mujeres) en una sola noche, donde también cometió violaciones. No mató por placer sino porque había entrado a robar y no quería testigos. Por ello, cuando en una entrevista le preguntaron cómo se sintió al matar a esas mujeres, Richard respondió sin dudarlo: “Como siempre me sentí… sin sentimiento alguno. Si me estás preguntando si me sentí arrepentido: no.”