Había tenido un día agotador, despierto desde las seis de la mañana para luego soportar las horas de un aburrido día de colegio en el cual las diferentes incomodidades del día como el hambre, el sueño y utilizar todas mis fuerzas para no quedarme dormido ante el aburrido discurso de la profesora de historia.
Después pasar la mitad del día en la casa de mi amiga, que si bien la quiero mucho, bueno en realidad… la quería, no estaba de buen humor para escuchar su monologo de casi dos horas enumerando una por una las malas actitudes de su novio cuando más allá de todo no tenía la mínima intención de dejarlo por todas las barbaridades que le hacía y ella toleraba.
Cuando se hicieron alrededor de las siete de la tarde y mi cerebro ya no soportaba una sola palabra más acerca de las miles de amantes de su pareja y como ella creía estar logrando manejar bien la situación, simplemente le dije que debía volver a mi casa por la cantidad de cosas que tenía que hacer y la agobiante rutina que me esperaba al día siguiente.
Con las pocas fuerzas que me quedaban, incluso dentro de la fuerte depresión a causa del estrés y problemas familiares que traía encima ya hacía unos cuantos meses, pude dejar salir una leve sonrisa al momento de entrar a mi casa, llegué incluso a soñar e imaginar lo feliz que habría sido si no volvía a salir de ella en unos cuantos meses.Me descambié, tomé mi café de cada tarde, me di una ducha y como todos los días, corrí hacia la computadora para ver que sucedía en cada una de las redes sociales.
En cuanto me conecto, mi amiga me saluda y mantenemos la siguiente conversación:
Ella: Amiga, mis papás se fueron y no vuelven hasta dentro de una semana, ¿No quieres venir a quedarte unos días conmigo?
Yo: pero, tengo el colegio y eso, aparte seguramente a ellos tampoco les gustaría que yo me quede toda la semana allá, ¿Estas segura que no hay problema?
Ella: Tú ve, por favor ve, me da mucho miedo aparte estar sola acá
Yo: Pero estúpida es tu casa, ¡Ja!, ¿Cómo te puede dar miedo? Yo estaría saltando de felicidad si me dejan la casa sola para mí.
Ella: Pasa que… es por algo en particular que me da mucho miedo, enserio, necesito compañía, ¡ven!
Yo: Bueno, ahora me cambio le aviso a mis viejos y en un rato ando por allá.
Ella: ¡Gracias! ¡Eres genial, te adoro!
Yo: también, ahora nos vemos, beso
Ella: dale, beso.
Más allá de las pocas ganas que tenía, ella había estado en muchos momentos difíciles para mí, realmente la notaba preocupada, ella siempre fue de hacer bromas con todo y era una de las primeras veces que realmente la notaba seria, sentí que debía ir, me cambié y salí para su casa.
En el camino pensaba en que película podría ofrecerle para mirar por internet, yo disfrutaba mucho
del cine y además era una salida perfecta para no tener que tolerar otras 4 horas de sus monólogos acerca de su novio.
Llegué, nos dimos un fuerte abrazo aunque nos habíamos visto hacía unas horas simplemente, cocinamos, comimos, miramos una película y durante todo ese tiempo, yo la notaba nerviosa, impaciente, la conocía mucho y sabía que algo le pasaba.
¿Te pasa algo? - le pregunté.
Ohm, necesito hablar con vos. – me dijo con una voz preocupada.
Cuéntame boluda, sabes que estoy siempre para lo que sea, dale, decime. – le dije intentando hacerla sentir mejor.
Bueno, Martín anda en cosas raras. – me dijo refiriéndose a su novio.
Uh, ¿En qué cosas raras? – le contesté con cierto desgano esperando otro gran discurso sobre él.
Bueno resulta que compró un libro en Parque Rivadavia y hace como, rituales, nunca me quiso explicar bien pero, cosas medio raras. Yo lo estuve cargando durante horas con eso, le dije que era un libro tonto y nos peleamos porque después escucharon los amigos de él y todos se empezaron a reír y nada, me dijo que yo iba a comprobar que “Con él no se jodía”, no le di pelota pero ahora me iba a quedar sola, me puse a pensar en todo eso y me re sugestioné, por eso te llamé. – me contó mientras sus ojos se ponían vidriosos entre la tristeza y el miedo.
La mayoría del tiempo ella bromeaba con todo y todos, pero era una chica muy sensible, pocos la conocían como yo y sabía que más allá de lo absurda de la situación, ella realmente estaba muy sugestionada con todo lo que acontecía sumando la cantidad exorbitante de sentimientos que la abrumaban con respecto a Martín. La calmé, cerré puertas y ventanas por precaución, procurando que ella no se dé cuenta y se siga sugestionando.
Alrededor de la una de la mañana cuando ya nos preparábamos para dormir, alguien tocó la puerta, las dos encendimos las luces, fuimos a la entrada y no había nadie, pero un papel de anotador se encontraba esperándome en el suelo, el mismo recuerdo decía simplemente “Las risas no siempre son contagiosas”. Se me heló la sangre, pero por algún motivo, no me atreví a mostrarle dicha nota a mi amiga, no quise asustarla y además la seguridad de la casa era demasiada como para que alguien entrara, simplemente me calmé y le dije que vayamos a dormir.
Apagamos las luces, nos acostamos juntas y decidimos dormir. Las palabras de la nota resonaban en mi cabeza y hacían imposible la tarea de conciliar el sueño hasta que en un momento, simplemente no pude más, y me dormí.
A mitad de la noche, sentí como ella se levantaba y le pregunté qué hacía, todavía sugestionada por lo sucedido unas horas antes, se rió fuertemente y me dijo, ¿Que estás paranoica? Voy al baño nada más.
Me sorprendió pero no le di importancia, estaba demasiado dormida como para reaccionar más allá de todo y simplemente me recosté otras ves.
Sentí como volvió a entrar a la cama y poco a poco fui quedándome dormida.
Cuando desperté y giré sobre mi misma para despertarla, vi como en su rostro cubierto de sangre sus labios ya no estaban y sus blancos dientes resplandecían como una gran sonrisa macabra, sus ojos ya no estaban y el resto de su cuerpo, totalmente desmembrado, era lo que había provocado en mi esa sensación de tranquilidad cuando ella volvió del baño.
Una nota escrita sobre lo que quedaba de su torso citaba:
“¿Lo ves? Ahora esta sonrisa ya no es contagiosa”
Después pasar la mitad del día en la casa de mi amiga, que si bien la quiero mucho, bueno en realidad… la quería, no estaba de buen humor para escuchar su monologo de casi dos horas enumerando una por una las malas actitudes de su novio cuando más allá de todo no tenía la mínima intención de dejarlo por todas las barbaridades que le hacía y ella toleraba.
Cuando se hicieron alrededor de las siete de la tarde y mi cerebro ya no soportaba una sola palabra más acerca de las miles de amantes de su pareja y como ella creía estar logrando manejar bien la situación, simplemente le dije que debía volver a mi casa por la cantidad de cosas que tenía que hacer y la agobiante rutina que me esperaba al día siguiente.
Con las pocas fuerzas que me quedaban, incluso dentro de la fuerte depresión a causa del estrés y problemas familiares que traía encima ya hacía unos cuantos meses, pude dejar salir una leve sonrisa al momento de entrar a mi casa, llegué incluso a soñar e imaginar lo feliz que habría sido si no volvía a salir de ella en unos cuantos meses.Me descambié, tomé mi café de cada tarde, me di una ducha y como todos los días, corrí hacia la computadora para ver que sucedía en cada una de las redes sociales.
En cuanto me conecto, mi amiga me saluda y mantenemos la siguiente conversación:
Ella: Amiga, mis papás se fueron y no vuelven hasta dentro de una semana, ¿No quieres venir a quedarte unos días conmigo?
Yo: pero, tengo el colegio y eso, aparte seguramente a ellos tampoco les gustaría que yo me quede toda la semana allá, ¿Estas segura que no hay problema?
Ella: Tú ve, por favor ve, me da mucho miedo aparte estar sola acá
Yo: Pero estúpida es tu casa, ¡Ja!, ¿Cómo te puede dar miedo? Yo estaría saltando de felicidad si me dejan la casa sola para mí.
Ella: Pasa que… es por algo en particular que me da mucho miedo, enserio, necesito compañía, ¡ven!
Yo: Bueno, ahora me cambio le aviso a mis viejos y en un rato ando por allá.
Ella: ¡Gracias! ¡Eres genial, te adoro!
Yo: también, ahora nos vemos, beso
Ella: dale, beso.
Más allá de las pocas ganas que tenía, ella había estado en muchos momentos difíciles para mí, realmente la notaba preocupada, ella siempre fue de hacer bromas con todo y era una de las primeras veces que realmente la notaba seria, sentí que debía ir, me cambié y salí para su casa.
En el camino pensaba en que película podría ofrecerle para mirar por internet, yo disfrutaba mucho
del cine y además era una salida perfecta para no tener que tolerar otras 4 horas de sus monólogos acerca de su novio.
Llegué, nos dimos un fuerte abrazo aunque nos habíamos visto hacía unas horas simplemente, cocinamos, comimos, miramos una película y durante todo ese tiempo, yo la notaba nerviosa, impaciente, la conocía mucho y sabía que algo le pasaba.
¿Te pasa algo? - le pregunté.
Ohm, necesito hablar con vos. – me dijo con una voz preocupada.
Cuéntame boluda, sabes que estoy siempre para lo que sea, dale, decime. – le dije intentando hacerla sentir mejor.
Bueno, Martín anda en cosas raras. – me dijo refiriéndose a su novio.
Uh, ¿En qué cosas raras? – le contesté con cierto desgano esperando otro gran discurso sobre él.
Bueno resulta que compró un libro en Parque Rivadavia y hace como, rituales, nunca me quiso explicar bien pero, cosas medio raras. Yo lo estuve cargando durante horas con eso, le dije que era un libro tonto y nos peleamos porque después escucharon los amigos de él y todos se empezaron a reír y nada, me dijo que yo iba a comprobar que “Con él no se jodía”, no le di pelota pero ahora me iba a quedar sola, me puse a pensar en todo eso y me re sugestioné, por eso te llamé. – me contó mientras sus ojos se ponían vidriosos entre la tristeza y el miedo.
La mayoría del tiempo ella bromeaba con todo y todos, pero era una chica muy sensible, pocos la conocían como yo y sabía que más allá de lo absurda de la situación, ella realmente estaba muy sugestionada con todo lo que acontecía sumando la cantidad exorbitante de sentimientos que la abrumaban con respecto a Martín. La calmé, cerré puertas y ventanas por precaución, procurando que ella no se dé cuenta y se siga sugestionando.
Alrededor de la una de la mañana cuando ya nos preparábamos para dormir, alguien tocó la puerta, las dos encendimos las luces, fuimos a la entrada y no había nadie, pero un papel de anotador se encontraba esperándome en el suelo, el mismo recuerdo decía simplemente “Las risas no siempre son contagiosas”. Se me heló la sangre, pero por algún motivo, no me atreví a mostrarle dicha nota a mi amiga, no quise asustarla y además la seguridad de la casa era demasiada como para que alguien entrara, simplemente me calmé y le dije que vayamos a dormir.
Apagamos las luces, nos acostamos juntas y decidimos dormir. Las palabras de la nota resonaban en mi cabeza y hacían imposible la tarea de conciliar el sueño hasta que en un momento, simplemente no pude más, y me dormí.
A mitad de la noche, sentí como ella se levantaba y le pregunté qué hacía, todavía sugestionada por lo sucedido unas horas antes, se rió fuertemente y me dijo, ¿Que estás paranoica? Voy al baño nada más.
Me sorprendió pero no le di importancia, estaba demasiado dormida como para reaccionar más allá de todo y simplemente me recosté otras ves.
Sentí como volvió a entrar a la cama y poco a poco fui quedándome dormida.
Cuando desperté y giré sobre mi misma para despertarla, vi como en su rostro cubierto de sangre sus labios ya no estaban y sus blancos dientes resplandecían como una gran sonrisa macabra, sus ojos ya no estaban y el resto de su cuerpo, totalmente desmembrado, era lo que había provocado en mi esa sensación de tranquilidad cuando ella volvió del baño.
Una nota escrita sobre lo que quedaba de su torso citaba:
“¿Lo ves? Ahora esta sonrisa ya no es contagiosa”