Se cree que el colombiano Luis Gregorio Ramírez Maestre asesinó a unos treinta mototaxistas, a los que contrataba para ir a zonas alejadas, en las cuales, al menos a once de sus víctimas, las ató contra un árbol, dejándolas morir lentamente de cansancio, deshidratación, y la asfixia que, por la forma en que eran atadas, les causaban las sogas cuando se dormían o rendían agotadas…
Los escasos datos de su vida personal
gregorioLuis Gregorio Ramírez Maestre nació el 30 de septiembre de 1980, en Valledupar, Colombia. No se sabe si convivió o no con sus padres (de origen campesino) durante su infancia, pero se conoce que pasó sus primeros años en una finca, donde aprendió a tejer mochilas y a hacer nudos, perfeccionando después estas habilidades a fin de emplearlas en sus sádicos crímenes. Por otro lado, testimonios de familiares aún vivos dicen que le gustaba jugar, y que se fue de la finca a los 15 años porque no le gustaba estudiar.
Posteriormente, cuando cumplió 18 años, Luis Gregorio ingresó al servicio militar en Barrancabermeja, donde fue asignado a un batallón y aprendió a manejar armas, además de adquirir ciertas destrezas que habrían de servirle para su posterior carrera de asesino serial… Tras acabar el servicio militar, se sabe que trabajó un tiempo amarrando cajas en una bodega, oficio en que pulió aún más la habilidad más importante de lo que después sería su método de tortura.
A más de lo dicho, no se sabe mucho de Luis Gregorio ya que su identidad criminal recién salió a la luz en el 2012, por lo que las investigaciones sobre su vida todavía no se han vertido suficientemente en la web o en fuentes de información accesibles a personal ajeno al ámbito legal, criminalísto y policial.
En todo caso, se conoce que, algunos años antes del 2012, Luis Gregorio se había casado y había tenido descendencia, por lo que en febrero del 2012 se asentó a vivir en Medellín, junto a un cuñado, su esposa y sus tres hijos, aunque en junio del mismo año se fue a Santa Marta, instalándose con su familia (ya con otro hijo más) en el asentamiento de Santa Fe, que es donde tuvo su residencia hasta el día de su captura.
Coherentemente con su actividad criminal, su familia (la parte de su familia con la cual no vivía) refiere que no supo casi nada de Luis Gregorio en los 6 años previos a su captura, excepto lo que éste les decía en las llamadas por celular o teléfono. Finalmente, y ya que Luis Gregorio robaba las motos de sus víctimas y otras pertenencias, cabe pensar que, la venta de esas cosas robadas, probablemente fue su fuente principal de ingresos durante los años en que delinquió.
Perfil y modus operandi
Carlos Vidal Reyes, psicólogo forense, dijo sobre Luis Gregorio que mostraba “patrones establecidos en las características de las víctimas, la forma de ejecución, y en general elementos de carácter ritual”. Por esas y otras condiciones, el especialista Ramírez Maestre lo describió como “un asesino con un matiz de sofisticación en sus métodos y motivaciones, con un nivel de inteligencia superior al promedio, sin remordimientos ni mecanismos de control de la conducta”. Concordantemente, un funcionario judicial dijo que Luis Gregorio evidenciaba “un desprecio por el ser humano, ya que la forma de matar cada vez era más tecnificada, cómo preparaba la escena, las cuerdas, la forma cómo hacía los nudos; era una tortura, un trato cruel, inhumano”.
En cuanto al perfil de sus víctimas, éste estaba bien definido en función de necesidades operativas como baja peligrosidad en la víctima, bajo riesgo de ser atrapado, facilidad de oportunidades para llevar a la víctima a un lugar adecuado para perpetrar el crimen. De acuerdo con eso, sus presas eran mototaxistas de entre 19 y 30 años, que no medían más de 1.70 metros de estatura, y no pesaban más de 60 kilos. En función de la naturaleza de sus víctimas, el método de Luis Gregorio consistía en usar su simpatía y locuacidad para generar confianza en el mototaxista, pedirle posteriormente que lo lleve a un lugar a las afueras de la urbe y, cuando por fin el mototaxi se detenía al llegar a su destino, tomar por el cuello al conductor, asfixiándolo hasta que perdiese el conocimiento, siempre evitando causarle la muerte.
Después, cuando la víctima estaba inconsciente, Luis Gregorio la llevaba hasta un sitio con árboles, donde la ataba de espaldas a un árbol, flexionándole las piernas, y poniéndole posteriormente una soga en el cuello, con la cual la colgaba de una rama alta, de tal modo que, para evitar el ahorcamiento, la víctima mantenerse erguida y con las piernas flexionadas, por lo que fallecía cuando, a consecuencia del sueño o el abatimiento físico, relajaba la fuerza…
Según se desprendió de los análisis que el personal de Medicina Legal efectuó sobre los cadáveres, las víctimas del asesino podían permanecer hasta un día entero luchando para no aflojarse, aunque finalmente caían vencidas. Como puede apreciarse, aquí la tortura no era tanto física como psicológica, ya que la víctima estaba sometida a un estrés permanente, a una tensión fulminante: no podía dejarse llevar por el sueño o el cansancio físico, pues entonces empezaba a sentir el proceso de estrangulamiento y, si no lo terminaba rápidamente, éste acababa con su vida.
Parecería demasiado enfermizo como para ser creíble, pero Luis Gregorio era tan sádico que permanecía observando el sufrimiento de sus víctimas por varias horas, y en algunos casos estuvo allí hasta verlas morir… Entonces, una vez que veía morir a la víctima o simplemente antes de irse, robaba la moto y las pertenencias (para revender ambas cosas) y se marchaba, enterrando los cadáveres en algunos casos de aquellos en que veía fallecer al torturado. Barrancabermeja fue uno de los sitios donde Luis Gregorio sembró más el terror, al punto de que ahí le pusieron el sobrenombre del “Monstruo de Tenerife”. Una de las víctimas que se cobró en Barrancabermeja fue John Jairo Amador, un joven mototaxista de 19 años, al que mató en septiembre del 2012. Para cuando esto ocurrió, ya se habían presentado manifestaciones populares que exigían la captura del asesino, y el perspicaz policía Juan Guillermo Tirado de 23 años, adscrito a la Seccional de Investigación Criminal (SIJIN), estaba interesado en el caso y encontró el cadáver del joven mototaxista de 19 años, averiguando después que éste tenía un celular muy bueno, hecho que lo hizo esperanzarse de la posibilidad de que el asesino hubiese tomado el aparato.
Efectivamente, averiguando en la empresa de celulares correspondiente, se supo cuál fue el último número que llamó al número que tenía John Jairo Amador antes de morir, sospechándose que ese pudiera ser el número del supuesto asesino, cosa que se confirmó cuando Juan Guillermo vio que, el nuevo portador del celular y propietario del último número que llamó al recientemente fallecido John Jairo Amador, había estado en Sabanalarga, Aguachica, Santa Marta, Valledupar y Puerto Wilches, todos ellos sitios en que se habían reportado asesinatos con similares características, asesinatos en que las víctimas eran mototaxistas que habían sido atados y asfixiados… Estaba así claro que el asesino había tomado el celular y simplemente le había cambiado la tarjeta, poniéndole la de su propio número. Esto fue un gran error, porque permitió que el número fuese individualizado y entonces los policías empezaron a llamar al asesino, aunque éste se pasaba apagando el celular y no contestaba; pero, cuando solicitaron un registro de las llamadas emitidas por el número, vieron que resaltaba un teléfono de Medellín, que posteriormente fue determinado como el número de la hermana del sospechoso, que hasta entonces permanecía como sujeto anónimo y después de esa averiguación, gracias a la aportación de la hermana del sospechoso, quedó esclarecido como el valduparense Luis Gregorio Ramírez Maestre, de 32 años en aquel entonces… Refiere por ello Juan Guillermo Tirado: ‹‹Preguntamos sobre el número de celular, diciéndole que tenemos unas llamadas perdidas de ese número celular, para verificar si de pronto era un conocido o algo porque no nos acordábamos bien. O si de pronto era un trabajo o algo, que nosotros estábamos necesitando. Cuando ella nos dice: “ese número telefónico era el de mi hermano, Luis Gregorio Ramírez Maestre”.›› Gracias a los nuevos datos conseguidos, para el 12 diciembre del 2012 se consiguió instalar un retén en Santa Marta, pues los investigadores habían averiguado que ese día Luis Gregorio tenía que realizar una transferencia bancaria en el centro de la urbe, y ahí fue cuando lo interceptaron y lo detuvieron después de que entrara al banco y confirmara su identidad. Posteriormente las autoridades ordenaron un allanamiento a la vivienda del todavía sospechoso, encontrando motos, cascos, chalecos, y varios documentos de identidad pertenecientes a mototaxistas desaparecidos durante los últimos años; ahora todo estaba claro: John Gregorio Ramírez Maestre era el asesino serial que buscaban, y esas cédulas de mototaxistas eran los trofeos de sus crímenes que, siguiendo la costumbre relativamente frecuente en psicópatas, él coleccionaba.
Cronología de veinte asesinatos seguidos.
Se ha dicho que Luis Gregorio Ramírez Maestre acabó con las vidas de treinta personas; sin embargo, los casos que más se conocen, y de los cuales no se duda en absoluto su participación y supuesta autoría, son los siguientes veinte:
1. Octubre 27 del 2009: Danilo Pereira, Rio Seco, Valledupar
2. Febrero 6 del 2010: Carlos Alberto Mora, Patillal, Cesar.
3. Mayo 27 del 2010: Manuel Villareal, desaparecido en Valledupar *
4. Noviembre 29 del 2010: Ciro Ramírez, Rio Seco, Valledupar
5. Enero 4 del 2011: Leonidas Moscote, Rio Seco, Valledupar
6. Febrero 28 del 2011: Fabián Pérez, Rio Seco, Valledupar.
7. Marzo 11 del 2011: Derwis Blanco, Chiriguaná, Cesar
8. Marzo 29 de 2011: Ricardo Alfonso Jácome, Rio Seco, Valledupar
9. Mayo 28 del 2011: Emiro Antonio Aguas, Vereda Zarzal
10. Octubre 18 del 2011: Edilberto Alvarado, Chiriguaná, Cesar
11. Noviembre 20 del 2011: Jesús Montero, Santa Marta
12. Enero 6 del 2012: Iván Darío Romero, desaparecido en Montelíbano, Córdoba. *
13. Febrero 3 del 2012: Duván Marín Jaimes, El Centro, Barrancabermeja
14. Marzo 19 del 2012: Luis Alfredo Castañeda, El Centro, Barrancabermeja
15. Mayo 6 del 2012: Gilberto Barragán Payares, El Centro, Barrancabermeja
16. Mayo 20 del 2012: Jhon Amador, El Centro, Barrancabermeja
17. Mayo 22 del 2012: Yair de Jesús Quintero, Rio Seco, Valledupar
18. Septiembre 17 del 2012: Luis Méndez, El Centro, Barrancabermeja
19. Octubre 20 del 2012: Marlon Ceballos González, San Diego, Cesar.
20. Noviembre 20 del 2012: Álvaro Palencia, desaparecido en Puerto Wilches, Santander *
Nota: El asterisco representa que la víctima no ha aparecido todavía.
. El blando castigo de “La Justicia”
Tras su captura, Luis Gregorio permaneció unos 45 días recluido en una celda especial de la cárcel de mediana seguridad de Palogordo, en el municipio de Girón, en Santander. Posteriormente fue llevado a Barrancabermea, en condiciones de estricta seguridad según el dictamen judicial.
En el proceso judicial, Luis Gregorio fue acusado por delito de homicidio agravado en concurso heterogéneo y sucesivo con tortura y hurto. El número de sus víctimas se fijó en 30, 11 de las cuales fueron asesinadas y torturadas con el método de atadura a los árboles. En concordancia con las acusaciones, el Comandante de la Policía en el Magdalena Medio, Coronel Ramiro Castrillón, dijo del psicópata que éste: “era un asesino en serie, un psicópata que recorría el país y se ganaba la confianza de los transportadores informales, a los que engañaba ofreciéndoles aparentes servicios a zonas rurales; cuando estaba en lugares apartados los sometía y los amarraba a árboles, donde las víctimas morían asfixiadas”. Actualmente los familiares de los desaparecidos en Valledupar siguen exigiendo justicia a las autoridades y piden que se le lleve a Valledupar para que sea sancionado por las muertes de Danilo Daniel De Lima Pereira, Leonidas Moscote Miranda, Darwin Blanco Barros, Ciro Ramírez Sierra y Ricardo Alfonso Jácome. Y es que en realidad nunca se hizo justicia del todo; ya que, el Juzgado Primero Penal del Circuito Especializado, sentenció a 34 años y 6 meses de prisión, en fallo de primera instancia, a Luis Gregorio Ramírez Maestre de 32 años, por el asesinato del mototaxista John Jairo Amador de 19 años, ocurrido el 20 de mayo del 2012 en el Puerto Petrolero. La sentencia se dio a conocer el 10 de agosto del 2013, a las 4:00 de la tarde. Dentro del fallo, el juez absolvió a Luis Gregorio del delito de tortura, bajo el motivo de que, si bien el acusado actuó con sevicia, la tortura no estaba tipificada, por lo que la sentencia debía ajustarse a las figuras del homicidio agravado y el hurto calificado y agravado, lo que arrojaba una pena de 57 años y 6 meses; aunque, como Luis Gregorio aceptó los cargos que la Fiscalía le imputó, fue premiado con una rebaja del 40% de la condena, obteniendo 34 años y 6 meses, que era una pena insignificante para todo el mal que había hecho, de modo que se siguió exigiendo justicia y, en ese contexto, el 30 de junio del 2013 Luis Gregorio Ramírez Maestre se disculpó ante los familiares de las víctimas con estas palabras: “Quiero colaborarle a la justicia y la verdad, deseo que se sepa la verdad. En los medios de comunicación se ha hablado de que soy un psicópata pero nadie conoce el trasfondo de la situación y por qué llegué a cometer esos hechos, y pido disculpas de todo corazón por los errores que he cometido y en algún momento quisiera hablar con cada uno de los familiares de las personas, yo quisiera que hayan las garantías para comentar por qué razón llegué a materializar esos casos donde me dejé llevar por cosas que nunca en mi vida pensé hacer. De verdad me arrepiento de haberlo hecho”.
Los escasos datos de su vida personal
gregorioLuis Gregorio Ramírez Maestre nació el 30 de septiembre de 1980, en Valledupar, Colombia. No se sabe si convivió o no con sus padres (de origen campesino) durante su infancia, pero se conoce que pasó sus primeros años en una finca, donde aprendió a tejer mochilas y a hacer nudos, perfeccionando después estas habilidades a fin de emplearlas en sus sádicos crímenes. Por otro lado, testimonios de familiares aún vivos dicen que le gustaba jugar, y que se fue de la finca a los 15 años porque no le gustaba estudiar.
Posteriormente, cuando cumplió 18 años, Luis Gregorio ingresó al servicio militar en Barrancabermeja, donde fue asignado a un batallón y aprendió a manejar armas, además de adquirir ciertas destrezas que habrían de servirle para su posterior carrera de asesino serial… Tras acabar el servicio militar, se sabe que trabajó un tiempo amarrando cajas en una bodega, oficio en que pulió aún más la habilidad más importante de lo que después sería su método de tortura.
A más de lo dicho, no se sabe mucho de Luis Gregorio ya que su identidad criminal recién salió a la luz en el 2012, por lo que las investigaciones sobre su vida todavía no se han vertido suficientemente en la web o en fuentes de información accesibles a personal ajeno al ámbito legal, criminalísto y policial.
En todo caso, se conoce que, algunos años antes del 2012, Luis Gregorio se había casado y había tenido descendencia, por lo que en febrero del 2012 se asentó a vivir en Medellín, junto a un cuñado, su esposa y sus tres hijos, aunque en junio del mismo año se fue a Santa Marta, instalándose con su familia (ya con otro hijo más) en el asentamiento de Santa Fe, que es donde tuvo su residencia hasta el día de su captura.
Coherentemente con su actividad criminal, su familia (la parte de su familia con la cual no vivía) refiere que no supo casi nada de Luis Gregorio en los 6 años previos a su captura, excepto lo que éste les decía en las llamadas por celular o teléfono. Finalmente, y ya que Luis Gregorio robaba las motos de sus víctimas y otras pertenencias, cabe pensar que, la venta de esas cosas robadas, probablemente fue su fuente principal de ingresos durante los años en que delinquió.
Perfil y modus operandi
Carlos Vidal Reyes, psicólogo forense, dijo sobre Luis Gregorio que mostraba “patrones establecidos en las características de las víctimas, la forma de ejecución, y en general elementos de carácter ritual”. Por esas y otras condiciones, el especialista Ramírez Maestre lo describió como “un asesino con un matiz de sofisticación en sus métodos y motivaciones, con un nivel de inteligencia superior al promedio, sin remordimientos ni mecanismos de control de la conducta”. Concordantemente, un funcionario judicial dijo que Luis Gregorio evidenciaba “un desprecio por el ser humano, ya que la forma de matar cada vez era más tecnificada, cómo preparaba la escena, las cuerdas, la forma cómo hacía los nudos; era una tortura, un trato cruel, inhumano”.
En cuanto al perfil de sus víctimas, éste estaba bien definido en función de necesidades operativas como baja peligrosidad en la víctima, bajo riesgo de ser atrapado, facilidad de oportunidades para llevar a la víctima a un lugar adecuado para perpetrar el crimen. De acuerdo con eso, sus presas eran mototaxistas de entre 19 y 30 años, que no medían más de 1.70 metros de estatura, y no pesaban más de 60 kilos. En función de la naturaleza de sus víctimas, el método de Luis Gregorio consistía en usar su simpatía y locuacidad para generar confianza en el mototaxista, pedirle posteriormente que lo lleve a un lugar a las afueras de la urbe y, cuando por fin el mototaxi se detenía al llegar a su destino, tomar por el cuello al conductor, asfixiándolo hasta que perdiese el conocimiento, siempre evitando causarle la muerte.
Después, cuando la víctima estaba inconsciente, Luis Gregorio la llevaba hasta un sitio con árboles, donde la ataba de espaldas a un árbol, flexionándole las piernas, y poniéndole posteriormente una soga en el cuello, con la cual la colgaba de una rama alta, de tal modo que, para evitar el ahorcamiento, la víctima mantenerse erguida y con las piernas flexionadas, por lo que fallecía cuando, a consecuencia del sueño o el abatimiento físico, relajaba la fuerza…
Según se desprendió de los análisis que el personal de Medicina Legal efectuó sobre los cadáveres, las víctimas del asesino podían permanecer hasta un día entero luchando para no aflojarse, aunque finalmente caían vencidas. Como puede apreciarse, aquí la tortura no era tanto física como psicológica, ya que la víctima estaba sometida a un estrés permanente, a una tensión fulminante: no podía dejarse llevar por el sueño o el cansancio físico, pues entonces empezaba a sentir el proceso de estrangulamiento y, si no lo terminaba rápidamente, éste acababa con su vida.
Parecería demasiado enfermizo como para ser creíble, pero Luis Gregorio era tan sádico que permanecía observando el sufrimiento de sus víctimas por varias horas, y en algunos casos estuvo allí hasta verlas morir… Entonces, una vez que veía morir a la víctima o simplemente antes de irse, robaba la moto y las pertenencias (para revender ambas cosas) y se marchaba, enterrando los cadáveres en algunos casos de aquellos en que veía fallecer al torturado. Barrancabermeja fue uno de los sitios donde Luis Gregorio sembró más el terror, al punto de que ahí le pusieron el sobrenombre del “Monstruo de Tenerife”. Una de las víctimas que se cobró en Barrancabermeja fue John Jairo Amador, un joven mototaxista de 19 años, al que mató en septiembre del 2012. Para cuando esto ocurrió, ya se habían presentado manifestaciones populares que exigían la captura del asesino, y el perspicaz policía Juan Guillermo Tirado de 23 años, adscrito a la Seccional de Investigación Criminal (SIJIN), estaba interesado en el caso y encontró el cadáver del joven mototaxista de 19 años, averiguando después que éste tenía un celular muy bueno, hecho que lo hizo esperanzarse de la posibilidad de que el asesino hubiese tomado el aparato.
Efectivamente, averiguando en la empresa de celulares correspondiente, se supo cuál fue el último número que llamó al número que tenía John Jairo Amador antes de morir, sospechándose que ese pudiera ser el número del supuesto asesino, cosa que se confirmó cuando Juan Guillermo vio que, el nuevo portador del celular y propietario del último número que llamó al recientemente fallecido John Jairo Amador, había estado en Sabanalarga, Aguachica, Santa Marta, Valledupar y Puerto Wilches, todos ellos sitios en que se habían reportado asesinatos con similares características, asesinatos en que las víctimas eran mototaxistas que habían sido atados y asfixiados… Estaba así claro que el asesino había tomado el celular y simplemente le había cambiado la tarjeta, poniéndole la de su propio número. Esto fue un gran error, porque permitió que el número fuese individualizado y entonces los policías empezaron a llamar al asesino, aunque éste se pasaba apagando el celular y no contestaba; pero, cuando solicitaron un registro de las llamadas emitidas por el número, vieron que resaltaba un teléfono de Medellín, que posteriormente fue determinado como el número de la hermana del sospechoso, que hasta entonces permanecía como sujeto anónimo y después de esa averiguación, gracias a la aportación de la hermana del sospechoso, quedó esclarecido como el valduparense Luis Gregorio Ramírez Maestre, de 32 años en aquel entonces… Refiere por ello Juan Guillermo Tirado: ‹‹Preguntamos sobre el número de celular, diciéndole que tenemos unas llamadas perdidas de ese número celular, para verificar si de pronto era un conocido o algo porque no nos acordábamos bien. O si de pronto era un trabajo o algo, que nosotros estábamos necesitando. Cuando ella nos dice: “ese número telefónico era el de mi hermano, Luis Gregorio Ramírez Maestre”.›› Gracias a los nuevos datos conseguidos, para el 12 diciembre del 2012 se consiguió instalar un retén en Santa Marta, pues los investigadores habían averiguado que ese día Luis Gregorio tenía que realizar una transferencia bancaria en el centro de la urbe, y ahí fue cuando lo interceptaron y lo detuvieron después de que entrara al banco y confirmara su identidad. Posteriormente las autoridades ordenaron un allanamiento a la vivienda del todavía sospechoso, encontrando motos, cascos, chalecos, y varios documentos de identidad pertenecientes a mototaxistas desaparecidos durante los últimos años; ahora todo estaba claro: John Gregorio Ramírez Maestre era el asesino serial que buscaban, y esas cédulas de mototaxistas eran los trofeos de sus crímenes que, siguiendo la costumbre relativamente frecuente en psicópatas, él coleccionaba.
Cronología de veinte asesinatos seguidos.
Se ha dicho que Luis Gregorio Ramírez Maestre acabó con las vidas de treinta personas; sin embargo, los casos que más se conocen, y de los cuales no se duda en absoluto su participación y supuesta autoría, son los siguientes veinte:
1. Octubre 27 del 2009: Danilo Pereira, Rio Seco, Valledupar
2. Febrero 6 del 2010: Carlos Alberto Mora, Patillal, Cesar.
3. Mayo 27 del 2010: Manuel Villareal, desaparecido en Valledupar *
4. Noviembre 29 del 2010: Ciro Ramírez, Rio Seco, Valledupar
5. Enero 4 del 2011: Leonidas Moscote, Rio Seco, Valledupar
6. Febrero 28 del 2011: Fabián Pérez, Rio Seco, Valledupar.
7. Marzo 11 del 2011: Derwis Blanco, Chiriguaná, Cesar
8. Marzo 29 de 2011: Ricardo Alfonso Jácome, Rio Seco, Valledupar
9. Mayo 28 del 2011: Emiro Antonio Aguas, Vereda Zarzal
10. Octubre 18 del 2011: Edilberto Alvarado, Chiriguaná, Cesar
11. Noviembre 20 del 2011: Jesús Montero, Santa Marta
12. Enero 6 del 2012: Iván Darío Romero, desaparecido en Montelíbano, Córdoba. *
13. Febrero 3 del 2012: Duván Marín Jaimes, El Centro, Barrancabermeja
14. Marzo 19 del 2012: Luis Alfredo Castañeda, El Centro, Barrancabermeja
15. Mayo 6 del 2012: Gilberto Barragán Payares, El Centro, Barrancabermeja
16. Mayo 20 del 2012: Jhon Amador, El Centro, Barrancabermeja
17. Mayo 22 del 2012: Yair de Jesús Quintero, Rio Seco, Valledupar
18. Septiembre 17 del 2012: Luis Méndez, El Centro, Barrancabermeja
19. Octubre 20 del 2012: Marlon Ceballos González, San Diego, Cesar.
20. Noviembre 20 del 2012: Álvaro Palencia, desaparecido en Puerto Wilches, Santander *
Nota: El asterisco representa que la víctima no ha aparecido todavía.
. El blando castigo de “La Justicia”
Tras su captura, Luis Gregorio permaneció unos 45 días recluido en una celda especial de la cárcel de mediana seguridad de Palogordo, en el municipio de Girón, en Santander. Posteriormente fue llevado a Barrancabermea, en condiciones de estricta seguridad según el dictamen judicial.
En el proceso judicial, Luis Gregorio fue acusado por delito de homicidio agravado en concurso heterogéneo y sucesivo con tortura y hurto. El número de sus víctimas se fijó en 30, 11 de las cuales fueron asesinadas y torturadas con el método de atadura a los árboles. En concordancia con las acusaciones, el Comandante de la Policía en el Magdalena Medio, Coronel Ramiro Castrillón, dijo del psicópata que éste: “era un asesino en serie, un psicópata que recorría el país y se ganaba la confianza de los transportadores informales, a los que engañaba ofreciéndoles aparentes servicios a zonas rurales; cuando estaba en lugares apartados los sometía y los amarraba a árboles, donde las víctimas morían asfixiadas”. Actualmente los familiares de los desaparecidos en Valledupar siguen exigiendo justicia a las autoridades y piden que se le lleve a Valledupar para que sea sancionado por las muertes de Danilo Daniel De Lima Pereira, Leonidas Moscote Miranda, Darwin Blanco Barros, Ciro Ramírez Sierra y Ricardo Alfonso Jácome. Y es que en realidad nunca se hizo justicia del todo; ya que, el Juzgado Primero Penal del Circuito Especializado, sentenció a 34 años y 6 meses de prisión, en fallo de primera instancia, a Luis Gregorio Ramírez Maestre de 32 años, por el asesinato del mototaxista John Jairo Amador de 19 años, ocurrido el 20 de mayo del 2012 en el Puerto Petrolero. La sentencia se dio a conocer el 10 de agosto del 2013, a las 4:00 de la tarde. Dentro del fallo, el juez absolvió a Luis Gregorio del delito de tortura, bajo el motivo de que, si bien el acusado actuó con sevicia, la tortura no estaba tipificada, por lo que la sentencia debía ajustarse a las figuras del homicidio agravado y el hurto calificado y agravado, lo que arrojaba una pena de 57 años y 6 meses; aunque, como Luis Gregorio aceptó los cargos que la Fiscalía le imputó, fue premiado con una rebaja del 40% de la condena, obteniendo 34 años y 6 meses, que era una pena insignificante para todo el mal que había hecho, de modo que se siguió exigiendo justicia y, en ese contexto, el 30 de junio del 2013 Luis Gregorio Ramírez Maestre se disculpó ante los familiares de las víctimas con estas palabras: “Quiero colaborarle a la justicia y la verdad, deseo que se sepa la verdad. En los medios de comunicación se ha hablado de que soy un psicópata pero nadie conoce el trasfondo de la situación y por qué llegué a cometer esos hechos, y pido disculpas de todo corazón por los errores que he cometido y en algún momento quisiera hablar con cada uno de los familiares de las personas, yo quisiera que hayan las garantías para comentar por qué razón llegué a materializar esos casos donde me dejé llevar por cosas que nunca en mi vida pensé hacer. De verdad me arrepiento de haberlo hecho”.