Oscuridad... Cap. 4: Año 2012 (pt. 1)

shinhy_flakes

Jinete Volad@r
Miron
Bakala
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Año 2012

A partir de 2008, Cristóbal comenzó a ser incomprendido por sus padres; los psicólogos no sabían qué decir, más que: "Cris aún mantiene los traumas por los que empezaron a traerlo...", y sus consejos no servían; ¿qué puede hacer un psicólogo, cuando carece de sus mejores piezas (las palabras, los diferentes comportamientos, gestos, etc.) para solucionar un problema? Cris dejó de contar sobre su situación emocional hacía mucho, sólo se limitaba a callar frente a todos, sus profesores dejaron de llamarlo a pasar, ya que lo consideraron (después de un tiempo) una causa perdida; sin embargo, los padres del chico, y la familia que había detrás, se rehusaban a tener un miembro en un manicomio, escuelas, o cualquier tipo de centros para personas con capacidades diferentes a las del resto; poco más tarde, el resto de su familia —quienes se habían enterado de todo o casi todo por parte de su madre— lo dejó de lado, y sólo preguntaban por él una vez al mes, si es que llegaban a comunicarse con sus padres. Cris, ahora, sólo era un asiento más ocupado en la mesa; sólo un bulto, sin vida, sin ganas de vivir, sin nada. Completamente desaliñado con su entorno, fuera a dónde fuera; lo llevasen a dónde lo llevasen.
Al joven no le quedaba nada, sólo dolor, mucho dolor...
Acontecimientos...:
Cris no hablaba y se veía pésimo, pero su debilitado cuerpo aún respiraba, por lo que seguía siendo una molestia para los demás.
Un día, como cualquier otro, caminaba a paso lento por el pasillo, rumbo a educación física.
—¡¡Muy bien!! —exclamó el profesor; un hombre de unos 43 años, de unos 190 centímetros, con bigote; pecho inflado; grandes hombros; cuello robusto y extremidades musculosas. Un ex deportista. Un hombre de aspecto imponente, pero cuyas marcas de un cuerpo entrenado por años han sido opacadas por la grasa, producto del sedentarismo—. ¡Hoy será voleibol! —Luego de armada la red y despejada la cancha, todos entraron a jugar; ese día, todo comenzó con un cadáver viviente llamado Cristóbal Begins, quien, apartado, pero, a la vez, junto a otros alumnos sentados en la banca, harían de reemplazos. Estos veían como transcurría el juego.
—¡Vamos, Begins! ¡Es tu turno! —Le llamó el profesor—. ¡No permitiré que te mueras ahí sentado sin hacer nada! ¡Haz algo! —Begins se puso de pie. Aquí la "banca" es cualquiera de los tablones que forman los asientos de la tribuna, por lo que tuvo que hacer tres caminos: uno hacia la derecha (su izquierda); otro para bajar los escalones y uno más dentro de la cancha para posicionarse en donde el profesor le indicó: en el centro. Desde antes Cris veía quiénes serían sus oponentes...
Un joven pelirrojo, con el balón en las manos, miraba con una sonrisa sellada de satisfacción a Cris, del otro lado de la red; el chico parecía apreciar la decadencia mental en la que estaba sumergido el muchacho rubio. Éste sólo se le quedó viendo, con el velo de la depresión sobre su rostro: ya ni miedo siente. El chico pelirrojo dio unos cuatro pasos a la derecha (desde la perspectiva de Cris), regresó caminando hacia la izquierda, dentro de su lado de la cancha; todo esto sin dejar de ver (de perfil cuando tocase), conservando su sonrisa sellada, al chico demacrado. Y mientras seguía su corto recorrido, cuando se estaba volteando lentamente ante la red, arrojó la pelota al son de:
—¡Hora de morir, Begins! —Es lo que dijo con su tono suave e inocente (o eso desprendía al hablar), finalizando con una risita malévola al momento en que le arrojó el balón al otro equipo, o, mejor dicho, al otro lado de la cancha sin importarle quién pudiera atraparla; haciendo parecer esto (la forma en la que arrojó la pelota) un gesto de infravaloración de los adversarios.
—¡Muy bien, Begins! ¡Te quiero ver jugar! —El silbato sonó y el balón fue lanzado por el equipo contrario: recibido por uno de los delanteros (el derecho), el balón regresó por donde vino.
Entonces, quienes debían impedir en ese momento que el balón tocase el suelo, son los miembros del equipo contrario; uno, dos, y el remate... realizado por el "líder" del nuevo grupo de bravucones de los últimos cuatro años —exacto: éste fue un juego (un tanto duelo) entre Cristóbal, junto a chicos "X's" de la escuela, contra el trío de bravucones del momento, junto a otros tres chicos "X's".
La pelota fue amortiguada por el rostro de Cris, quien cayó al suelo al instante. Los demás sólo se quedaron viendo la escena. Begins cayó. Los bravucones rieron con tono egocéntrico.
El trío estaba conformado por el joven pelirrojo (Gret) [de cabello semi largo, semi corto —no sabría definirlo—; con el cabello sobre la frente, formando cinco mechones, entre los cuales podían verse sus ojos]. El segundo chico (Rowen), y segundo con más "autoridad" —porque entre ellos (y realmente) todos eran iguales— en el grupo [éste era un joven de cabello castaño; cabello corto y con el rapado a los costados, necesitando una nueva podada]. El último, el líder del grupo (Erich) [era un joven de cabello negro, despeinado hacia los lados, la única forma de describir su cabello era como las ramas de una palmera invertidas hacia arriba —ya sea que estén siendo jaladas por el viento, o la razón que sea, que haga a una palmera verse así].
El chico volvió a ponerse de pie tras la orden del profesor, que emitió en forma de un grito grave. Los demás rotaron a su alrededor y un chico —de tanto ojos como cabello (corto) color café, pero con una tonalidad un poco grisácea—, el zaguero derecho (posición 1), debido a que era su turno en la posición del centro, tocó suavemente la zona alta de la espalda de Cris, como gesto amistoso para que se apartara de ahí. Una vez listos, comenzó el nuevo juego:
La pelota se lanzó, los bravucones la recibieron, sin dejar a los otros tres tocarla; los cuales entendieron su lugar al presenciar el empujón, sin empacho alguno, que le brindó el pelirrojo a uno de ellos, haciendo que cayera. Y la devolvieron al equipo de Cris.
—¡Vamos, vamos! ¡Todos deben jugar, ¿entendido?! —exclamó el profesor, con ambas manos a los lados de la cintura.
El delantero izquierdo tocó el balón en dirección al delantero derecho, quien la recibió pasándole el balón al "centro". Mucho antes de que el balón cayera en los dedos del delantero centro, la pelota se desvió velozmente hacia los jugadores rivales, dando en la cara de uno de los delanteros (el derecho, y el segundo con más relevancia en el trío de nuevos bravucones); para luego caer en la cancha, rebotando como si nada. El joven cayó al suelo necesitando ser reemplazado debido a que su tabique, a causa de la potencia con la que venía el balón, se rompió. Los chicos miraron a Cris, quien regresó al suelo, de rodillas...
—Q-Q...—Todos se quedaron atónitos.
—¡Vamos! ¡Eso es! —Rompió el hielo, el entrenador, quien parecía estar muy contento y emocionado por lo que acababa de presenciar, atrayendo las miradas incrédulas de sus alumnos. El delantero derecho —Harry, de 17 años, de cabello grisáceo, pelo semi largo (las puntas apenas rozan los hombros). Portaba una camiseta blanca mangas cortas (no porque fuese éste el color de su equipo, sino, más bien, porque en esta institución cada quien, a menos que sean los alumnos del jardín de niños, pueden vestir como le plazca— volvió a mirar boquiabierto a Cris mientras éste se ponía de pie, nuevamente. Entonces, lo vio...
—¡Sus ojos!