Semillas: Las Perlas Blancas

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Jinete Volad@r
Miron
Bakala
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Mariano González, es un hombre de 28 años, un buen ciudadano promedio como dirían algunos. Una persona que cumple con su trabajo, y es respetuoso, pero tiene un pequeño problema que le dificulta conseguir mejores puestos. Y es que el pobre de Mariano tiene problemas dentales. Desde que era chico nunca escuchaba a su abuela, quien siempre le pedía que se cepillara los dientes porque sino se les caerían. A Mariano se le cayeron todos, en efecto, pero lo que no sabía él, era que sus nuevos dientes no serían reemplazados como los dientes de leche.
Su abuela era chicata y no podía corroborar si se lavaba los dientes o no. Además, el pobre nunca terminó la escuela primaria, así que nadie le pudo explicar a tiempo que los dientes cambiaban solo una vez, y luego eran permanentes. ¿Y qué hacia mientras no estaba en la escuela? Pues ayudaba a su abuela con la huerta que tenían en el patio trasero, y era una tarea difícil para ambos. Mariano siguió comiendo caramelos y chocolates, confiado de que sus podridos dientes pronto se caerían de nuevo y le crecerían unos nuevos. Obviamente esto no fue así. Constantemente le dolían, pero él lo soportaba como un hombrecito. Así le había enseñado su padre antes de morir atropellado, irónicamente por una ambulancia. Eventualmente algunos comenzaron a caerse, otros eran un poco más resistentes y se aferraban con todas sus fuerzas.
Mariano empezó a asustarse cuando notó que había pasado bastante tiempo y no le volvían a salir sus dientes. Al final, ya era tarde cuando le explicaron la verdad. Luego de que su abuela muriera, tuvo que independizarse y sobrevivir como pudo en este cruel mundo. Hoy en día, es difícil que lo contraten a uno sin tener el secundario completo, pero tener el primario incompleto ya es casi imposible, sin mencionar que algunos empleadores valoran la estética de las personas que van a contratar. Así que a Mariano se le hacía constantemente difícil encontrar trabajo sin que lo rechazaran. Hasta que por fin la suerte lo iluminó, cuando solicitó el empleo de barrendero.
Por eso Mariano debía ser educado y puntual, porque si llegaba a perder este trabajo, tardaría 100 años más en encontrar otro empleo. Las constantes burlas de sus compañeros hacían que cada vez tenga mas ganas de partirles la cara a todos. Pero no podía hacerlo. Ciertamente era algo injusto, pues el pobre Mariano nunca había hecho algo malo, ni le había faltado el respeto a nadie. Sabía que debía aguantar hasta que pudiese arreglar aunque sea sus dientes, pero en algún momento la burbuja estallaría. Si fuese por él mandaría todo al demonio ya que la paga era mala y además lo sobre explotaban.
De vez en cuando él visitaba algunos especialistas, y siempre trataba de conseguir el precio más económico, pues con lo que le pagaban apenas lograba cubrir los gastos básicos. Por desgracia, no pudo hacerse amigo de ningún dentista para que no le cobre el arreglo, así que Mariano empezó ahorrar lo mejor que pudo. El trabajaba en el turno mañana, pero a veces le tocaba trabajar hasta muy tarde, y las horas extra no eran pagadas. Debía toparse con sus compañeros a la mañana y a veces con los de la tarde. El único momento placentero para Mariano era cuando tenía que barrer las calles solo, en compañía de su música favorita, hasta que terminaba su turno. Otra cosa positiva era que a veces encontraba algunas cosas tiradas en la basura o en la calle, y si le servían se las llevaba. Así terminó consiguiendo un televisor nuevo.
Literalmente estaba casi nuevo, se ve que una familia adinerada quería comprar lo último que saliera en el mercado. Le hizo reflexionar sobre lo derrochadores que podían llegar a ser algunas personas solo por gusto. Ya casi era la hora cuando recibió una llamada de su jefe, pidiéndole que vaya a su despacho. Mariano se preparaba mentalmente para lo que viniera esta vez. Se cruzó con uno de sus compañeros de trabajo y este le dijo:
"¿Que tal el Don dientes, eh?". Mariano siguió de largo y lo ignoró.
"Creo que el ratón Pérez se moriría de hambre contigo, jajaja".
》Te sacaría todos tus dientes a martillazos, y sin anestesia《, pensó el hombre.
A él nunca le hablaron sobre el ratón Pérez, y cuando se lo contaron, creyó que era una estupidez engañar a los chicos con eso. Cuando por fin llegó, tuvo que esperar afuera mientras ignoraba a 2 compañeros que llegaban para el turno tarde.
"¿Que haces esperando aquí afuera, acaso estás ansioso por ver al jefe para que te haga una limpieza profunda?". Dijo uno de ellos, y se echaron a reír a carcajadas.
》Te cosería todos tus orificios menos el de atrás, te metería una máquina sopladora para hojas, y la encendería para ver como explotas en mil pedazos. Eso sí que sería una limpieza profunda《, pensó el hombre.
"Estoy esperando a que me atienda ya que esta mañana me llam-".
"Bueno, no nos interesa. Tenemos cosas más importantes que hacer". Dijo el otro, y ambos se fueron para cambiarse.
》Espero que mientras estés barriendo la calle, un auto distraído te pase por arriba y reviente tu cráneo《, pensó el hombre.
"Mariano González, ya puedes pasar". Dijo una voz al otro lado de la puerta.
Giró el picaporte y entró. Seguramente lo llamaron de nuevo para hacerle trabajar más horas extra no remuneradas.
"¿Quería verme jefe?". Preguntó con los brazos atrás de la espalda.
"Si Mariano. En efecto, es para discutir un tema delicado contigo". Al hombre no le gustó esto, era la primera vez que decía algo distinto.
"¿De que...se trata, señor?". Preguntó un poco nervioso, temía lo peor.
"Verás, estamos pasando por malos momentos económicos, y hemos tratado de solucionar estos problemas. Estuvimos haciendo algunos reajustes, por el bien de la compañía". Dijo su jefe cruzando sus brazos sobre el escritorio.
"Ehh, disculpe jefe, pero creo que no logro comprender de que está hablando".
El hombre suspiró y dijo:
"Quiero decir, que estamos priorizando el trabajo a los que han estado aquí más años. Y por desgracia los nuevos no pueden quedarse mas tiempo con nosotros".
Mariano se quedó inmóvil, lo peor que había imaginado estaba pasando.
"Lo lamento González, pero ya no eres requerido". Dijo el hombre con una sonrisa triste, tratando de ser compasivo.
El sabía que esa sonrisa estaba camuflando la verdadera alegría que sentía ese tipo por haberlo dejado sin trabajo. Después de esto seguramente celebrarían o algo por el estilo. Siempre se habían metido con el, siempre lo menospreciaban. Pero esto hizo que la burbuja estallara. Mariano se acercó al escritorio, tomó a su antiguo jefe por el cuello y lo golpeó en la cara con todas sus fuerzas, este cayó al suelo. Siempre anheló tanto este momento, quería descargar su frenesí de odio contra él, pero una voz en su mente le gritó que se detuviera, que las cosas podrían empeorar si seguía así. Para cuando se dio cuenta de lo que hizo, le invadió el terror.
"¿!Que haces imbécil¡?". Dijo el hombre levantándose del piso.
"¡¡Lo-lo siento mucho señor, no pensaba en lo que hacía, no fue mi intención lastimarlo!!". Dijo Mariano desesperado.
"Mira...". Dijo el hombre tras el escritorio. "Agradece que no te haré juicio por esto. Porque me das tanta lástima, que creo que no te lo mereces". Se limpió la sangre de su boca con la manga.
Mariano aún no podía creer lo que acababa de hacer. "Por favor perdóneme señor, no quise hacerlo. ¿Hay algo que pueda hacer por usted?".
"Si. Vete y no vuelvas mas. Luego llegará tu pago". Dijo y empezó acomodar algunas cosas que se habían caído.
Mariano había perdido toda emoción de su cara, y antes de irse dijo:
"Ustedes siempre me han menospreciado. Espero que ahora sean felices sin mí". No se molestó en cerrar la puerta despacio. Fue hasta los casilleros donde todos ponían sus mochilas, sacó la suya del casillero, se sentó y empezó a guardar algunas cosas.
Una chica del turno tarde entró, su pelo estaba teñido de un rojo fuerte y cuando lo vio le dijo:
"¿Como andas amigo?, ¿alguna vez te han dicho que tu boca parece el collage de un atardecer? Digo por los distintos colores que tienes jajaja". Dijo la chica.
》Transformaría mi cuarto en un collage sangriento con tus vísceras《, pensó el hombre.
Al ver que no reaccionaba a su comentario, ni siquiera la saludaba como era lo habitual, y solo se quedaba ahí sentado mirando a la pared luego de haber juntado sus pocas pertenencias, la joven por primera vez sintió algo de pena por Mariano. Nunca lo había visto así.
"Oye...escucha. Sé que me he burlado de ti varias veces, y dije comentarios rancios. Pero esta vez quiero ayudarte". La chica se sentó al lado de Mariano y sacó su teléfono
"Mira, tengo el numero de alguien que quizás pueda conseguir lo que necesitas, te voy a mostrar".
"Lo que yo necesito ahora es un nuevo trabajo...y que me dejen en paz". Dijo fríamente Mariano.
La chica lo miró un rato y luego dijo:
"Anda, tampoco hay que ser así, intento ser buena. Ahora guarda este número en tu celular, y dile que vas de mi parte. Tal vez te haga un descuento".
Mariano miró molesto el número, y con un suspiro sacó su teléfono para agendarlo.
"Le puedes preguntar si puede conseguirte algo para tus...". Dijo ella señalando sus propios dientes. Al hombre no le gustó esto.
"Se hace llamar KillerGhost. Nunca supe su nombre verdadero, pero es un tipo agradable. Siempre charlamos y me cuenta sobre las cosas interesantes que encuent-".
"Adiós Claudia". Dijo rápidamente y se fue del lugar.
Estuvo a punto de estamparle su puño firme en la cara como había hecho con su antiguo jefe, quería que el color de su pelo haga juego con su sangre. La chica vio como se alejaba a paso rápido.
Caminó resentido hasta su casa, que afortunadamente había heredado de la abuela. No todo era malo, al menos podía dormir bajo un techo. Cuando llegó, se encontró con la fría y familiar oscuridad de su casa, poca luz entraba por las ventanas. Cerró la puerta y sus ojos se adaptaron al ambiente, tiró su mochila en la entrada y se fue a buscar algo de comer. Vio que su heladera tenía pocas cosas, quizás si lograba extender sus raciones, le alcanzaría para 5 días más. Odiaba estar siempre al borde de quedarse sin comida, si esto le volvía a pasar, otra vez tendría que visitar a su amigo para pedirle algunas provisiones.
Sacó una manzana y empezó a comérsela mientras iba a su cuarto para ver la tele. Quería distraerse de los hechos que ocurrieron hace un momento, pero no pudo. Se puso a pensar en qué haría ahora sin trabajo, en la cantidad de veces que lo rechazarían de nuevo en las entrevistas. Luego pensó en su abuela, y la maldijo por no haberlo mandado a la escuela, las cosas habrían sido más fáciles así. Varias veces quiso terminarlo a través de Internet, pero el miedo se lo impedía. No sabía por qué, pero tenía miedo.
Pensó en otro de sus problemas, sus malditos dientes. Al instante recordó el número que Claudia le había dado y pensó: ¿de verdad esa persona me podrá ayudar?, ¿y a qué se refería con "descuento"? En eso recibió un mensaje de su amigo David, quien lo invitaba a tomar unos tragos en su casa, y le avisaba que Carla estaría ahí también. Mariano estaba agotado, y no sabía si iría o no. Luego pensó que un poco de compañía le vendría bien en un momento como este, así que le dijo que a las 6 estaría allá. Dejó caer su teléfono y se echó a dormir una larga siesta, con la tele haciendo ruido de fondo.
Cuando despertó, ya eran casi las 5:30 y sintió que el hambre volvía, pero esta vez pisando fuerte. Su casa estaba tan oscura que no sabía si aún era de día o de noche. Se hizo un café y comió las pocas galletitas que le quedaban, esto no lo llenó, pero al menos aguantaría hasta que pueda comer algo en lo de David. Salió un poco tarde pero no le importó, y mientras pasaba por las vidrieras, buscaba algún cartel que diga: "se busca empleado", o algo por el estilo. Se le hizo raro que Carla aparezca después de tanto tiempo, su cabezota de novia la mantenía lejos de sus amigos. Por fin había llegado y le mandó un mensaje a su amigo avisándole que ya estaba ahí. Un rato después le abrió la puerta un joven moreno de 25 años.
"¿Que pasó Mariano, otra vez nos quedamos dormidos?". Dijo David riendo. Mariano trató de reír un poco, pero seguía desanimado.
"Si...tuve un pésimo día hoy".
"¿En serio? No me digas, ven pasa y cuéntame". Lo invitó a entrar y ambos subieron las escaleras.
Apenas llegaron, Carla saltó en un abrazo y comprimió a Mariano, no se habían visto en varias semanas. El hombre sonrió y la abrazó de vuelta.
"¡¡Mari querido, hace tanto tiempo que no nos vemos!! ¿¿Como has estado??". Carla tenia la peculiaridad de decir las cosas con un tono exagerado. A los dos muchachos les hacía reír esto.
"Estoy bien Carlita, que bueno verte de nuevo. ¿Que pasó que no te volvimos a ver después de esa reunión?". Preguntó.
"Ah si, es que...estuve muy ocupada con Agustina, aún estamos viendo si nos mudaremos juntas o no". Dijo y se fue a buscar una lata de cerveza.
"Típico, cada vez que te pones de novia tienes la cabeza en la novena nube jajaja". Dijo David acompañándola.
Ella se sonrojó y le dio un pequeño golpe en el brazo, riendo. El trío se sentó en el sillón de la sala y charlaron sobre algunas anécdotas divertidas que les ocurrieron durante estos últimos días. Mariano no se arrepintió de haber venido, necesitaba estar feliz y pasarla bien con las personas que lo querían.
"Hey Mariano, al final no me contaste que te pasó hoy". Dijo David, que ya llevaba su cuarta lata de cerveza. Carla se levantó para ir a buscar una bolsa grande de papas que había traído para la ocasión.
"Ah...si...". El alcohol ya le había hecho efecto. "Me echaron del trabajo". Dijo sin dar rodeos como solía hacerlo cuando estaba sobrio.
Ambos jóvenes lo vieron y se sintieron mal por él, ellos ya sabían su historia y cómo le costaba encontrar trabajo. Carla sirvió las papas en un plato amplio, y el estómago de Mariano le recordó que no había comido casi nada en todo el día. David se rió por el sonido que produjo.
"¿¿Por qué te echaron Mari, hiciste algo malo o fue injustificado??". Preguntó la chica tomando otra lata de la mesa.
"Dijeron que estaban haciendo algunos ajustes y decidieron deshacerse de los menos experimentados". Dijo agarrando una gran cantidad de papas.
"Esos tipejos...¡¡siempre poniendo excusas para denigrar a los trabajadores nobles!!". Dijo Carla, en su delirio justiciero.
"Tranquila amiga, me parece que el alcohol te está empezando a voltear la cabeza". Dijo David sonriendo y levantándose para ir a buscar algo. Mariano rió un poco, pero a la vez pensó que Carla era la única que lo comprendía. Si no fuese por su orientación, le habría pedido estar juntos desde hacía varios días.
"Sii...puede ser...". Contestó Mariano desanimado.
"No te sientas mal Marito, porque esta vez tengo la solución para ti". Dijo David volviendo con un papel en la mano y se lo entregó. Lo revisó y vio que era el volante de una pizzería que abrieron recientemente. Ignoró las letras rojas y se enfocó en los números escritos con fibra verde.
"¿Para qué me das esto? Le preguntó.
"Un amigo que conocí hace poco me pasó su número, y me dijo que si necesitaba empleo, lo podía llamar. Él trabaja en esa pizzería, pero también es peón". Esta era la primera vez que Mariano escuchaba esa palabra, y no sabía de que se trataba.
"¿Peón?, ¿que es un peón?". Preguntó confundido. En el fondo se sintió avergonzado de su ignorancia.
"Los que se dedican en las construcciones a cargar bolsas de cemento, arena, ese tipo de cosas". Dijo Carla, revisando su teléfono. Se puso a charlar con Agustina.
"Así es, y tu podrías ser uno". Dijo David.
"¿Y crees que me tomarán? La verdad es que no estoy en muy buena forma que digamos para cargar materiales pesados".
"Yo creo que si, además no necesitas haber terminado la escuela para trabajar de eso, al menos así me dijo este chico. Dudo mucho que te pidan hallar el valor de la X, jajaja". Dijo David.
"Y en todo caso, si tienes problemas supongo que algún compañero te ayudará". Sacó su teléfono también, y por un rato los 2 jóvenes desconectaron sus cerebros de la realidad, para conectarlos a su mundo virtual
Mariano los vio inmersos en sus celulares y decidió copiarlos. Tomó su teléfono y aprovechó para guardar el número nuevo en sus contactos, entonces se percató del otro número: el que le dio Claudia. Aún dudaba si debía mandarle un mensaje a esta persona, pero asumiendo que no tenía nada que perder, lo hizo.
"Hola...¿MillerPost? Me pasó tu número una chica que dice ser amiga tuya. Se llama Claudia, tal vez la conozcas". Tardó un rato en obtener una respuesta, pero finalmente le contestaron:
"Es KILLER - GHOST, y claro que la conozco. Nos conocimos hace 2 semanas, muy simpática la chica". Dijo.
¿'Muy simpática'? Claro, esta persona nunca conoció su otro costado.
"En fin, ella me dijo que tal vez podrías ayudarme a conseguir algo que me hace falta".
"Puede ser, depende de lo que estés buscando. Si estás buscando el amor de tu vida pues...no soy el tipo indicado, jajaja". Su chiste no le causó gracia.
"No, no es eso. Verás, tengo un problema con...mis dientes. Quiero cambiármelos todos, pero el dinero que tengo no me alcanza para un tratamiento profesional. ¿Tu no podrías ayudarme?". Dijo Mariano.
"Mmm...veré que puedo conseguir. De todas formas no te prometo encontrar algo rápido para este tipo de casos, tal vez me lleve más tiempo".
"Está bien, no tengo problema en esperar. Otra cosa, Claudia me dijo que me harías un descuento por venir de parte de ella". Se dio cuenta de que escribió "venir", siendo que no estaba ahí con él, pero no le importó.
"Ahh claro, descuida amigo que eso está garantizado. Ahora tengo que hacer algunas cosas importantes, ¿te parece si hablamos en otro momento?".
"Me parece bien, hasta luego". Dijo, y guardó su teléfono junto con el papel que le dio David.
Ya eran casi las 9 de la noche, y David los dejó quedarse a comer un rico guiso que había preparado. El estómago de Mariano gritó de alegría y ya estaba satisfecho por esa noche. El trío se despidió y acordaron juntarse de nuevo un día de estos. El hombre volvió caminando por las frías calles de otoño, y solo pudo pensar en los bellos momentos que pasaron aquella tarde. Entró a su casa y no se molestó en quitarse las zapatillas, fue directo a su cama y se echó a dormir profundamente.
Lo despertó otra vez ese estúpido gato naranja del vecino. Siempre se trepaba al árbol pegado a la casa de Mariano, y era tan tonto que no sabía como bajar de vuelta, así que solo le quedaba arrojarse o resbalarse de las ramas. Siempre causaba un ruido estruendoso contra el techo de metal, el pobre se golpeaba muy fuerte, pero aún conservaba sus 5 vidas felinas. Así que, cansado, revisó la hora y vio que eran las 6:17 de la mañana. Se levantó enojado y fue a buscar otra vez el banquito de madera para ponerlo cerca de la entrada, del lado de afuera. Cuando estuvo, se subió y esperó a que el imbécil del gato apareciera para poder bajarlo y regresarlo con su dueño.
Asomó su pequeña cabecita y le maulló. Lo odiaba, pero a la vez le parecía tierno, era como algún tipo de ritual que tenían. Para colmo era muy gordo y algo pesado. Siempre lo comparaba con una bola de boliche naranja que caía sobre el techo. El dueño ya tenía confianza con Mariano, así que le dijo que si el gato volvía aparecer en su propiedad, tenía permitido abrir la ventana de la cocina y hacerlo pasar. Y eso hizo. Terminada la tarea, volvió para intentar dormir un poco más, pero se dio cuenta de que no podía hacerlo. Resignado, decidió ponerse la campera y salir a caminar un rato. El aire de la mañana le sentó bien a Mariano, y mientras paseaba por la zona, se percató de que a lo lejos se encontraban Claudia y un compañero de la tarde, (de su antiguo trabajo). Ellos lo vieron también y comenzaron a acercarse.
Pensó que no se libraría de los típicos comentarios estúpidos, aún después de haber perdido su trabajo. Pero estaba equivocado.
"Hola Mariano...¿que tal te trata el tiempo?". Dijo Claudia, un poco apenada. Al hombre le sorprendió esto, pues era la primera vez que lo llamaba por su nombre.
"Bien...bien. No pude dormir así que salí a caminar un rato". Dijo.
"Ah, que bueno. A mi me cambiaron al turno mañana, que flojera. Tienes suerte de que ahora podrás dormir más tiempo jeje". Mariano no sabía realmente qué sentir, así que ignoró su comentario. El chico no dijo ninguna palabra hasta el momento.
"Y dime, ¿ya has hablado con Killer?". Preguntó la pelirroja.
"Si, ayer en la tarde conversamos, y me dijo que probablemente conseguiría algo para ayudarme".
"Me alegro por ti. Oye, si no es mucha molestia, ¿podemos...seguir barriendo las calles? O prefieres que sigamos hablando".
A Mariano le causó bastante gracia esta nueva Claudia. Difería mucho de la que conocía anteriormente. Tal vez se sentía apenada por que ahora no tenía con que sustentarse.
"Adelante chicos, sigan con su trabajo, que para eso les pagan". Dijo Mariano y se fue riendo en el camino. Los muchachos también rieron, un poco incómodos. Mariano siguió riendo en su mente, pero por la pregunta boba que había hecho Claudia. Al menos ya no lo molestarían con sus chistes estúpidos, eso era bueno.
Ya era fin de mes y Mariano visitó el banco para verificar que le hayan depositado su último pago en la cuenta bancaria. En efecto ahí estaba. No era mucho, pero al menos le alcanzaría para reponer un poco más su heladera. Saliendo del lugar, decidió visitar un parque que quedaba algo lejos de su casa, pero no le importaba pues era su preferido. Se quedó ahí un rato largo hasta que se hizo las 12 del mediodía, y tuvo que volver. Ya entrando a su casa, encendió la hornalla y puso a hervir una olla con agua para sus fideos. De repente recibió un mensaje de KillerGhost, decía:
"Hey amigo, lamento no haber dado señales de vida, pero aquí estoy, y tengo una noticia que te gustará. ¿Pero sabes?, me siento más cómodo hablando a través de la computadora. ¿Tienes una?". Preguntó Killer.
"Si, si tengo, espérame que la enciendo". Fue a buscar la notebook que le había regalado Carla en su cumpleaños, y la prendió.
"Está bien, mientras tanto voy a tener que pedirte que descargues un programa, aquí te dejo el nombre". Dijo Killer.
"¿Y para qué sirve?".
"Es para que no te rastreen ni se enteren de que estás navegando por páginas ocultas". Mariano no sabía de que hablaba, pero le hizo caso de todas formas.
"¿Por qué? ¿Que pasa si lo descubren? ¿Y quienes son ellos?". Lo invadió con preguntas mientras descargaba el programa.
"Luego te explico mejor, tu hazme caso. Por cierto, ¿tienes el WhatsApp instalado en tu computadora?".
"Si". Dijo Mariano.
"Que bueno, así podremos seguir hablando desde ahí y podré pasarte el link". ¿Que link? ¿Por qué no podía hacer las cosas más sencillas?
Terminó de descargarse y lo ejecutó. Fue un poco lento su proceso de instalación pero finalmente estaba en el escritorio. Lo activó, y ahora podía navegar por la Internet profunda. Así le había dicho Killer.
"Ya está, ¿y ahora qué?". Preguntó Mariano a través de la computadora.
"Ahora entra a este link que te voy a pasar".
Y así lo hizo. Lo envió a una página con un fondo negro, y varias fotos se desplegaron frente a él. Parecían ser distintos productos, y los estaban vendiendo. Tal vez entró a un especie de Mercado Libre, pero con un tono oscuro.
"Ya entré, que tengo que hacer". Dijo Mariano, un poco aburrido.
"Revisa al final de la página, deberías toparte con la imagen de un frasco azul". Dijo Killer.
Mariano se desplazó hasta el final, y lo encontró: un frasco azul con tapa blanca sobre un fondo blanco. La resolución de la foto era pésima, y no le podía hacer más zoom, pero pudo ver que tenía una etiqueta blanca con algunas letras ilegibles. Pulsó el artículo y su descripción decía lo siguiente:

-SEMILLAS : LAS PERLAS BLANCAS-
>Nuestra compañía le ofrece un nuevo producto recién sacado del horno. Sabemos lo importante que es la estética para uno mismo, así que pusimos todo nuestro empeño para comenzar este nuevo proyecto, y hasta ahora es el número 1 en ventas. No hemos recibido queja alguna, y nuestros clientes siempre están satisfechos con los resultados.
¿De qué se trata? Pues en una innovadora forma de obtener dientes perfectos, una nueva forma nunca antes vista. Con este producto, podrá decirle adiós a todos aquellos tratamientos que están fuera de su alcance.
Si desea saber más al respecto, no dude ni un segundo y pida encargado nuestro producto<.

Mariano terminó de leer, en eso Killer le volvió hablar.
"¿Y, lo encontraste?".
"Si, justo había terminado de leer la descripción, ¿pero en verdad eso es lo que me acabas de conseguir?".
"Claro, y tienes suerte, porque yo suelo revender productos de este estilo a un bajo precio. Pero por ser amigo de Claudia te haré el descuento y el precio será aún más bajo. ¿Que te parece?".
》Amigo de Claudia, si claro《, pensó Mariano divertido. Viendo que el hombre no tenía nada que perder, (salvo algunos pocos billetes), decidió aceptar.
"Está bien, ¿y cómo vas a dármelo?".
"Nos encontraremos mañana en un punto específico. Tu pones el lugar". Mariano pensó un rato.
"¿Podemos reunirnos en el parque que está frente al Mc Donald's?". Escribió tras recordar su lugar favorito.
"Excelente, curiosamente vivo cerca de ahí, así que llegaré temprano. Estaré sentado en uno de los bancos con mesas, voy a llevar puesta una remera roja y un pantalón azul. Soy un poco gordo y mi pelo es castaño claro. Espero no te pierdas jaja". Dijo Killer.
"Muy bien, te veré allá a las 3:30. Por cierto, olvidé mencionarte mi nombre, me llamo Mariano González".
"Un gusto Mariano. No te diré mi verdadero nombre, porque ya me conoces como KillerGhost jaja". El hombre dejó la conversación ahí y fue a revisar la olla, el agua ya estaba hirviendo y puso los fideos.
Recordó que había sacado su dinero en el banco, y estuvo debatiendo si debía darle ese dinero, o debería conservarlo hasta encontrar otro trabajo. Entonces pensó que la prioridad eran sus dientes, no solo por lo estético, sino también por el dolor insoportable que sentía. Lo bueno es que no tendría que gastar todos sus ahorros, así que luego de esto se enfocaría en intentar conseguir ese trabajo de peón. Mientras comía, sacó el teléfono y le mandó un mensaje al chico de las pizzas.
"Buenas, mi amigo David me dio este numero y me dijo que te dedicabas a ser peón. La cosa es que me quedé sin empleo, y quería saber si yo también podría trabajar de eso". Tardó 2 horas en obtener respuesta, y en todo ese tiempo pensó que no le responderían. Se puso a mirar la tele hasta que por fin contestaron:
"¿Y tú quién eres?, no recuerdo haberle dicho eso a David". El hombre miró confundido el teléfono y puso:
"Me llamo Mariano, y como dije antes soy un amigo de David, me contó que se conocieron en una pizzería".
"Ahh, tu hablas de David Santos. Disculpa, es que me confundí porque tengo otro amigo también llamado David. Pues si, en efecto le he dicho que si necesitaba trabajo, que me avisara así le conseguía un lugar en la constructora. ¿Te hace falta a ti el empleo?". Mariano miró esperanzado la pantalla.
"Claro que si, me quedé sin trabajo varios días atrás".
"Son tiempos difíciles hermano, pero descuida, trataré de ver si te dan un puestito. Aunque creo que sería mejor si te presentas frente a mi patrón, y lo discuten entre ustedes. El verá si eres apto para trabajar con nosotros".
"Muchísimas gracias...emm...no se tu nombre, pero de todas formas iré. Solo dime dónde es y a que hora". Escribió Mariano contento.
"Soy Sergio, luego te pasaré la dirección y a que hora debes ir. Si quieres para que no estés nervioso, te puedo acompañar en todo momento".
"Por favor hazlo Sergio, porque siempre me pongo nervioso en las entrevistas".
"Jajaja, esta bien. Nos vemos en 2 días, porque hubo algunas complicaciones y nos dieron 2 días libres".
"Okey, adiós". Dijo finalmente Mariano.
Esto le pareció genial, ya que para ese entonces tendría los dientes arreglados antes de la entrevista, y seguramente eso sería un plus para que lo contraten.
Puso a lavar el plato, revisó la alcancía que tenía guardada bajo una tabla de madera. Contó el dinero y la cantidad era algo decente, sacó un poquito para completar la otra cantidad que tenía en el bolsillo. Mañana se lo entregaría a Killer. Eran las 8 de la mañana, y el gato había hecho de las suyas de nuevo. Mariano, molesto, repitió otra vez el proceso de la vez pasada, y volvió a su casa para intentar dormir de nuevo, por suerte lo consiguió. Ni siquiera el hambre lo despertó, durmió hasta muy tarde y cuando revisó la hora, eran las 3:46 de la tarde.
Se levantó rápidamente y se vistió para ir a encontrarse con aquella persona. Anoche se había quedado hasta tarde viendo videos en su teléfono y hablando con Killer, en un momento le contó que estuvieron metidos en la Deep Web y que era peligroso porque los policías podrían rastrearlos y los meterían presos por estar en lugares ilícitos, pero estaban a salvo si usaban ese programa que los camuflaba. No contó con que se despertaría muy tarde, así que comió rápido los fideos que sobraron de ayer, y salió por la puerta. Solo deseaba que aún lo estuviese esperando en el parque. A mitad de camino se puso a reflexionar sobre lo que hablaron anoche, entonces pensó:
》¿Y si en realidad lo había engañado y era un policía esperando para encarcelarlo?《.
Sus pensamientos fueron interrumpidos tras darse cuenta de que había llegado. Ya estaba ahí, y viendo que no tenía algo mejor que hacer, se arriesgó y fue en su búsqueda.
Buscó por todos lados alguna persona con las mismas características que Killer le había dado. Finalmente, a lo lejos vio un chico sentado frente a una chica, no sabía si era él, pero se acercó de todos modos. Mientras más lo hacía, más podía apreciar los rasgos y la vestimenta de cada uno. El chico era como la descripción de Killer, y la chica era un poco delgada, con una campera verde y un pañuelo en su cabeza. Al parecer no tenía pelo, probablemente sufriría de cáncer, y tal vez era novia de él. Vio que el chico levantó una mochila, y estaba por sacar algo, cuando lo interrumpió.
"¿Eres tú KillerGhost?" Preguntó con desconfianza. Miró por un segundo a la chica y luego al chico.
"Si amigo, en efecto ese soy yo". Respondió el joven. Mariano pensó que luciría como un hombre mayor, no se esperaba a un preadolescente.
"Te ves más joven de lo que esperaba. ¿Seguro que eres tú el que me los consiguió?". Dijo elevando un poco la voz. Creyó ver una mirada de temor en la chica.
"Tranquilo amigo, no hay por qué alterarse, y sí, aquí las tengo, déjame buscar". Tomó su mochila y empezó a revisar. De repente, el hombre entró en pánico, se le ocurrió que tal vez podría sacar un arma y lo detendría por entrar a la Deep Web.
"¡No!, mejor lo busco yo, no vaya a ser que seas algún policía encubierto y me quieras agarrar desprevenido". Dijo, le sacó la mochila y metió su mano dentro.
"Oye sí que eres paranoico, no eras así en el chat. Además piensa esto: ¿crees que a mi edad me dejarían ser policía? Jaja, no inventes. Y en todo caso, ¿quien me asegura que TÚ, no eres en verdad el policía aquí?". Luego de revolver entre las cosas, sacó el dichoso frasco azul de la mochila. La imagen de la página lucía borrosa, y apenas se podía distinguir qué contenía. Pero ahora que estaba en sus manos, pudo ver algunas figuras ovaladas dentro.
"No digas estupideces, chico. ¿Me ves cara de policía confiable siquiera?". Dijo Mariano. Juró ver una risa disimulada en los labios de la chica. Ciertamente no le importó, ya estaba acostumbrado a que se rieran de él. Killer tomó la mochila, la puso a su lado, y dijo:
"Entonces, quedamos en que ambos estuvimos metidos en lugares que no debíamos, y que ninguno mandará al frente al otro, ¿verdad?". Se le quedó viendo un rato, y pensó que no valía la pena hacerlo. Además creía que el muchacho tampoco sería capaz de hacer lo mismo.
"Esta bien, quedamos así". Mariano rebuscó en su bolsillo, sacó su último sueldo y se lo dio. La chica los miró sorprendida, mientras Killer contaba los billetes y le decía que la cantidad era justa. Que suerte.
"Gracias, y disculpen las molestias". Dijo Mariano y se fue rápido del lugar. Se sintió mal por haber actuado así frente a ellos, pero había corrido un riesgo. Caminó a casa con el frasco en el bolsillo del pantalón, por suerte su campera era lo suficientemente larga como para taparlo.
Ya en el baño, revisó el frasco y vio que en la etiqueta había instrucciones. Decía:
-SEMILLAS : LAS PERLAS BLANCAS-.
INSTRUCCIONES:
'El procedimiento para la implantación de nuestros dientes especiales es similar al del reino vegetal. Deberá extraer el diente, (o los dientes) que desee cambiar, luego tomar el nuevo diente en cuestión, e insertarlo en la cavidad de la encía, como si fuese una semilla.
Si carece de algún diente en específico, será más fácil la implantación, aunque si el hueco de la encía ya está cerrado, deberá reabrirlo con la filosa raíz de nuestro diente especial. Sea consciente de que este procedimiento podrá ser un poco doloroso, pero los resultados lo dejarán satisfecho.
Estos se adaptarán a cualquier tipo de boca. Le ofrecemos la variedad que una boca normal posee: (4 caninos, 12 molares, 8 incisivos, 8 premolares, incluso las 4 muelas del juicio, si usted lo desea), en caso de querer rehacersela desde 0'.
Eso era todo.
Mariano sacó la tapa y vio su contenido. Eran varios dientes nuevos, muy brillantes y puros. Su blancura era casi imposible, y muy hermosos. Tomó un incisivo, y simuló ponérselo frente a su diente actual. La diferencia era radical, y casi le daba vergüenza compararlos. La etiqueta decía "insertarlos como si fuesen semillas". ¿En verdad tendría que hacer eso? Y no sabía qué era peor, el hecho de tener solo el 40% de sus dientes, lo que significaba tener que arrancárselos, o el hecho de que casi todos sus huecos estaban cerrados desde hacía tiempo, y tendría que reabrirlos. Sin duda, de alguna o de otra forma sufriría bastante, porque iba hacer exactamente lo que decía el último párrafo de las instrucciones: rehacer todo desde 0. Tendría que hacerlo él mismo, ya que le cobrarían caro en cualquier centro odontológico por tan solo retirar un diente, y no quería imaginar cuánto dinero le pedirían para retirárselos todos.
Se sentó en la tapa del inodoro y se puso a pensar ; ¿cómo haría para cambiárselos todos sin agonizar en el intento? Entonces recordó el viejo estante de licores de su abuela. Aún conservaba algunas botellas, un poco añejas, pero le servirían igual. Mariano se fue a buscar el más fuerte, volvió con una botella en la mano derecha, y el frasco azul en la izquierda. Se miró un buen rato en el espejo, tomó un largo trago de esa amarga bebida, y esperó a que hiciera efecto. Cuando sintió que estaba listo, fue a buscar la gran y oxidada pinza de extensión de la caja de herramientas, volvió al baño...y prosiguió.
El licor no lo había adormecido del todo, pero esto era mejor que hacerlo sobrio. Ya había llegado a este punto, invirtió su dinero, y no desperdiciaría esta oportunidad. Con mano temblorosa, sujetó un incisivo superior, respiró hondo, y jaló fuerte. El diente podrido, y ahora sangriento, se desprendió de la encía y cayó al lavamanos, seguido de varias gotas de sangre. Un intenso dolor penetró todo su sistema nervioso, e inmediatamente Mariano se arrepintió de lo que hizo. Dejó caer la pinza al suelo y se tapó la boca, sus ojos bien cerrados, mientras un grito apagado se podía oír a través de sus manos. Un poco de sangre se escabullía por su mentón. Se sentó de nuevo en el inodoro y descansó un rato. Cuando el dolor disminuyó un poco, sacó del frasco uno de los incisivos, y aún en contra de su voluntad, se lo incrustó en la nueva cavidad sangrienta donde solía estar su antiguo diente.
No es necesario decir que la filosa raíz revivió su dolor inicial. Mariano contuvo las lágrimas, tomó la pinza del suelo, y volvió a repetir el proceso anterior. Esta vez fue con un incisivo inferior. Antes de arrancarlo, pudo ver como le había quedado aquel diente nuevo, y ciertamente era hermoso. Le hizo pensar en un corderito blanco y puro, en medio de un rebaño de ovejas feas, viejas, y de lana amarillenta y embarrada. Volvió a la realidad, y recordó lo que tenía que hacer. Sujetó de nuevo el diente de abajo con la pinza, su mano temblaba aún más, respiró hondo 2 veces, y jaló. Solo que esta vez no lo hizo con suficiente fuerza, y el diente quedó aferrado al nervio, que ahora colgaba. Ahora sí Mariano dejó fluir las lágrimas y mientras la sangre seguía cayendo, sujetó con los dedos ese desdichado incisivo, y tiró con bastante fuerza. El nervio terminó de romperse, y por accidente el diente se le resbaló y cayó en alguna parte del baño.
Agarró la botella y tomó más licor. Sacó otro incisivo del frasco y se lo incrustó. A este punto ya todos sabemos que el pobre sufría constantemente. Podríamos describir como le fue con cada uno de sus dientes, pero estos detalles ya son suficientes. Mariano tenía 12 dientes en total, 7 arriba y 5 abajo. 12 veces repitió aquel doloroso y agonizante procedimiento, pero al fin había terminado. Vio en el espejo una desagradable e inquietante sonrisa sangrienta, carente de algunos dientes. No pudo apreciar la blancura de estos, debido a que estaban totalmente cubiertos de sangre, y el gusto cobrizo que sentía en la boca le daba asco. Se tomó un buen rato para descansar, dejó caer la pesada pinza, y trató de acostumbrarse al dolor. Mientras se apoyaba en el suelo contra la pared, recordó que esto no había terminado...aún le faltaban los demás. Pesadamente, se levantó y vio la cantidad de espacios que debía reabrir. Trató de recordar cómo iban en orden todos los dientes que tuvo hace tiempo, y reanudó su calvario.
Tomó un canino, su raíz filosa sin dudas penetraría fácilmente cualquier superficie blanda. Lo apoyó en su lugar correspondiente, y sin darse tiempo para pensar, presionó con fuerza hasta que perforó su encía. De nuevo, una llamarada de dolor se disparó, pero al menos no tuvo que sufrir la agonía de arrancarse un diente más. Mariano siguió así hasta ponérselos todos, incluso las muelas del juicio. Luego de haber perdido una cierta cantidad de sangre, luego de haber teñido de rojo el lavamanos, parte del espejo, sus manos y su ropa, por fin había terminado, y pudo contemplar su nueva boca. Se lavó la sangre restante, y aunque seguía saliendo un poco, sus blancos dientes reflejaban la luz del baño.
Nunca había estado tan feliz, al fin pudo cumplir su sueño de arreglárselos todos, aunque el costo haya sido extremadamente doloroso. Abrió la boca para verlos mejor, pero entonces sintió un espanto, tras darse cuenta de que 2 de sus dientes no estaban bien puestos. Se había equivocado, y puso el primer premolar inferior izquierdo, en el lugar del segundo molar inferior izquierdo, y viceversa. Mariano se asustó, y pensó que tal vez estaba a tiempo de corregirlo. Así que con angustia, tomó el premolar y lo arrancó. Por suerte se desprendió fácil y rápido, y tomó el molar e hizo lo mismo. Parecía que su infierno nunca acabaría. Los acomodó y ahora sí, su boca estaba como nueva. Lágrimas de alegría, angustia y dolor escurrían por sus mejillas mientras mostraba una agonizante sonrisa. Tomó todos sus antiguos dientes y los guardó en el frasquito azul, como recuerdo. Agarró la botella y bebió hasta dejarla vacía, su mente estaba desecha y daba vueltas. Con su última voluntad, arrastró los pies hasta su cama, y cayó dormido como nunca antes en su vida.